CAMAGÜEY. Ayer, mientras caminaba de regreso a la casa, un auto de la agencia Taxicuba cargaba las muestras de camagüeyanos para ser analizadas en el laboratorio de Villa Clara, y mi primer pensamiento fue para Cuba, a pesar del gasto que representa se hace sin pensarlo dos veces. Hoy me encontré con el dato: solo para llevar las muestras diarias se utilizaron más de 1 400 litros de gasolina especial. Entendí a un amigo que no creía que aquí los PCR en tiempo real fueran gratis, cuando en su país llegaron a costar unos 800 dólares.

El enfrentamiento a la COVID-19 en Cuba ha generado un incremento en el gasto presupuestario de unos mil millones de pesos, destinados fundamentalmente a Salud Pública, los centros de aislamiento, la alimentación, el transporte y las garantías salariales. Como consecuencia del impacto previsible de la pandemia, los estimados de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) pronostican, este año, una reducción del PIB de -3,7 %.

 

 Todo ello en una economía, que, por si fuera poco, dejó de recibir los ingresos generados por uno de sus renglones principales: el turismo. Además, no desapareció, y tampoco disminuyó, el asedio brutal por parte de los Estados Unidos; la persecución y la extorsión financiera se incrementaron como para probarnos de verdad.

A pesar de tales condiciones y de que muchos auguraban un final infeliz, este país supera al SARS-CoV-2 por días, con notas por encima de muchos del llamado primer mundo desarrollado, donde un tratamiento puede llegar a costar 34 927 pesos. No, no lo invento, esa fue la factura que recibió una ciudadana norteamericana tras haber sido hospitalizada por el virus.

Contrasta con lo vivido aquí por cada uno de los 11 millones que habitamos el Archipiélago, donde tanto las pruebas diagnóstico como el tratamiento intrahospitalario y el aislamiento de los sospechosos corrió por cuenta del presupuesto del Estado, y aunque nos sea gratis, cuesta.

Solo en Camagüey, el gasto para enfrentar el coronavirus asciende a más de 15 millones 600 000 pesos. El número se dice fácil, pero todo se complica al entender que no se ha recibido ni un peso adicional a los 1 485 millones que la provincia tenía presupuestados para el año 2020. Y aunque la ministra de Finanzas y Precios Meisi Bolaños Weiss adelantó que ese dinero se repondrá, lo cierto es que se ha tenido que hacer de tripas corazón para mantener la vitalidad del territorio.

 Aun en esas condiciones se le garantizó el salario, el primer mes al 100 % y el resto al 60 %, a más de 15 800 trabajadores de sectores como Transporte, Cultura, Deporte, Comercio y Gastronomía, Educación, las industrias manufactureras y de otras actividades económicas, lo que representa un gasto total de más de 15 millones de pesos, de estos, ocho millones pertenecen al sector presupuestado. Diferencias notorias con la realidad de muchos en el mundo que perdieron su empleo sin recibir nada a cambio.

Pero los datos del enfrentamiento directo a la epidemia asombran mucho más, los sectores de Salud y Educación resultan los que más dinero han erogado. El de Salud es comprensible, pero Educación ha asumido con su presupuesto el gasto de los centros de aislamiento abiertos en sus instituciones. Solo en la preparación de estos la provincia invirtió más de 310 000 pesos.

El traslado de las más de 6 000 personas que han estado aisladas, representaba un gasto superior a los 375 000 pesos. Ello se traduce también en un total 88 000 litros de combustible consumidos, pues por lo general los lugares estaban distantes. En la alimentación para esos sitios y hospitales se empleó otro millón 200 000 pesos.

Para adquirir los reactivos y las pruebas diagnóstico utilizadas en la provincia se requirieron montos por encima de 113 000 pesos; en los medicamentos suministrados gratuitamente a las más de 1 400 personas que recibieron tratamientos, ya fuesen positivos o sospechosos se destinaron 330 000, y en el material gastable para la protección de nuestro personal de salud otros 620 000 pesos.

Por otra parte, son incontables las pérdidas que ha tenido el sector empresarial en la provincia, y que, a pesar de eso, también ha aportado lo suyo. No solo las grandes industrias, aquellas cuya misión ha sido garantizar alimentos para el pueblo han sobrecumplido todos sus planes, por muy difícil que sea de percibir. Ahora les toca a los que cosechan garantizar buena parte de lo que consumiremos, pues se avizora una compleja situación en la economía mundial, de la que no escaparemos y no se puede gastar más de lo que se ingresa, una máxima aprehendida en los últimos tiempos y que ahora vivimos con mucha fuerza.

 

 No se trata de cifras frías, son números que demuestran que aquí, en Cuba, por encima de la economía estamos los cubanos, no importa cuánto cueste salvar vidas. A diferencia de otras naciones, aquí fue y seguirá siendo esencial la intervención eficiente del Estado. Tal como dijo Díaz-Canel, no se trata ahora de improvisar, sino de introducir en los esquemas económicos y las políticas de desarrollo los nuevos actores y prácticas que se han aprobado.

En ese sentido, Ramona Díaz Guerra, jefa del subgrupo global de la Economía del Consejo de Defensa Provincial, enfatizó que en lo adelante la palabra clave es ahorro, pues el gasto que ha asumido el presupuesto del Estado no estaba concebido y otro aspecto prioritario lo constituye la producción de alimentos con alternativas locales.

Buenas experiencias tenemos los cubanos en situaciones complejas. Nuestro ingenio y capacidad de resiliencia nos han salvado en más de una ocasión. No se trata de acomodar la economía a las circunstancias, sino de reducir y eliminar gastos e imponernos al complejo contexto, se trata de ser creativos, de hacer cosas diferentes. Es la única manera de recuperar lo que nos ha costado el nuevo coronavirus. Cuba le seguirá apostando a los cubanos, al hombre, a la vida, cueste lo que cueste.