Foto: Archivo AdelanteFoto: Archivo AdelanteCAMAGÜEY.- Hoy despedimos a un hombre necesario, justo y noble. Para Rafael Fals Cabalet, nunca hubo un imposible. Su vida estuvo signada por la familia y el trabajo. A ambas obras se entregó con convicción y con vocación.

Hablaba poco, sabía escuchar, su sonrisa era la definición de la honestidad; miraba con una dulzura incalculable y decía recto, la pizca de sal que equilibraba la alquimia de que estaba hecho.

Nunca hizo nada en lo que no creyó primero. Y en nada creyó más que en Cuba, el país que necesitaba buenos trabajadores y a ello se consagró sin aspirar a más honor que el de hacer bien.

Conocía las mañas y las medidas exactas para hacer el pan más exquisito, y en pocos lugares fue más feliz que en su panadería. De los primeros en llegar, de los últimos en irse. Nunca hubo una máquina vieja que se resistiera a su ingenio, a sus deseos de producir, a su necesidad de hacer. Por eso fue puntal y ejemplo.

Veintitrés veces recibió la condición de Vanguardia Nacional, mereció la medalla Hazaña Laboral, la orden Lázaro Peña de I, II y III grados y la condecoración de Héroe del Trabajo de la República de Cuba en 2001. Y es el Héroe de su familia.

Junto a Ofelia, su compañera de vida y de obras, su alma y su sostén, cimentó un hogar extraordinario. Ellos supieron ser padres de sus hijos y de sus nietos, ser ejemplo. En la casa de la calle Carmen no faltó nunca lo esencial: respeto, cariño, valores, y la puerta abierta para todo el que llegara al umbral. Entonces ocurría la maravilla: Ofelia te ofrecía el dulce recién hecho y Rafael un “y qué mija”, coronado por una sonrisa, capaz de coserte el alma como solo lo hacen posible los gestos sinceros.

Cuando los años lo obligaron a no estar a diario en la Grimau, él volvía siempre. La terquedad de quien nunca se va de la casa. Iba, le echaba el ojo a sus viejas máquinas, las comparaba con las nuevas, recargaba las fuerzas con el olor salido del horno y aseguraba regresar pronto.

Cuando la enfermedad empezó a llevarse sus memorias jamás se permitió olvidar quien era: un panadero-Héroe. Ese espacio de su historia personal estuvo intacto para él y para quienes nos enorgullecimos de su trabajo y su ejemplo.

Rafael Fals puede descansar en paz. Hizo bien la obra de su vida. Moldeó con amor y dedicación a dos hijos, tres nietos y tres bisnietos, allí está su estrella más preciada, donde puso los ingredientes más elevados y mantuvo una atención constante durante toda la cocción.

En cada uno de ellos, y de quienes tuvimos el privilegio de quererlo, estará la huella de un padre amantísimo, un hombre intachable, un cubano cabal.

Hasta siempre Rafael, nunca te defraudaremos.

Francisco - 27 June 22 9:50AM Denunciar
Enviar Cancelar

Conocí a Rafelito desde niño; era muy amigo de mi papá. Amistad que se forjó en las panederías (mi papá fue panadero). Siempre lo recuerdo sonriente y trabajador. EPD a Rafael