CAMAGÜEY.- El mundo está al revés, corren tiempos en que las familias se ven muy pocas veces en el año, a veces hasta por Internet, otros no se acuerdan de tener familias, muchos creen que la amistad pasó de moda o solo importa tener socios, pero no, yo conozco unos locos que no creen en eso, y desafían todos los años la posmodernidad que invita al egoísmo, a que solo importe el yo y nada más. Ellos no son Quijotes ni nada por el estilo, son una muestra de esas cosas lindas que se pueden hacer para mostrarle a la gente que no todo está perdido cuando tantos están dispuestos a ofrecer su corazón.
Y es que nuestra familia ha crecido en 33 años, porque nadie duda que tenemos una pandilla de tíos locos que nos han enseñado que por muy apretada que esté la jugada, no se puede dejar de venir, ya sea en Ciego, Camagüey, Las Tunas u Holguín, porque si estamos juntos en las malas también hay que verse en las buenas, porque hay que reír hasta más no poder y olvidar, esas cosas que nos agobian, al menos por tres días en el año.
Aquí no hay fiscales ni abogados, desaparecen los poderes notariales y los testamentos, no creen en directores provinciales, mucho menos en dictámenes jurídicos y se posponen los viajes del botero, ellos todos regresan a ser un grupo de inmaduros muchachos de la Universidad. Ese es el principal legado de esta gente loca, que está más cuerda que muchos cuerdos, el haber sabido formar esta familia, a pesar de las diferencias y los problemas que todos tenemos, a pesar de los que ya no están y sí están, de los que casi no vienen, pero quisieran estar. En esta familia hasta el más callado se pone a hablar, el más patón a bailar, se entienden y hay quien sigue creyendo que Argentina podía ganarle la Guerra de las Malvinas a Inglaterra.
Un compromiso se selló hace ya un tiempito, que cuando ya los que comenzaron esta locura no estén, nosotros, loquitos al fin, seguiremos esta unión, porque ya somos más que una graduación de Derecho de la Universidad de Camagüey. Esta familia se ha diversificado y aquí hay médicos, estomatólogos, informáticos, artistas, periodistas y vagos, porque tiene que haber de todo. Aquí dejamos de ser los hijos de fulano o de mengano y nos convertimos todos en sobrinos y tíos, en primos. Todos tenemos algo en común, hemos sido educados en su locura. Sí, en esa locura que hace falta para no sentirnos solo cuando se nos viene el mundo abajo o cumplimos un sueño que nos parecía imposible, es esa locura que se llama hermandad.
Es la bendición gitana que nos persigue, es la brujería que nació en aquella aula de Derecho que hoy desafía el tiempo, la posmodernidad, el egoísmo. Es el lugar donde no hace falta ser más que tú para sentirte bien, y óiganlo bien, no son quijotes, son los locos de la V graduación de Derecho de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz y los loquitos que seguiremos su locura.