Este 25 de noviembre hará tres años de su partida a la inmortalidad, y nos parece que el tiempo no ha transcurrido, porque lo vemos a cada paso. Aquí o allá su presencia es ineludible. Erguido, con pasos rápidos y seguros recorre cada uno de los rincones de esta Cuba que tanto amó.

Cabalga sobre su Rocinante, adarga y lanza en ristre, librando siempre batallas contra la injusticia, la ignorancia, por la dignidad plena de los hombres y mujeres que habitan este mundo tan lleno de desigualdades, egoísmos y mezquindades.

Su humano sentimiento solidario guía su brazo redentor, construye puentes y no muros entre los pueblos, esparce amor y no odios ni rencores, comparte su sabiduría, siembra y fertiliza sus ideas libertarias, es amante de la soberanía, la independencia de las naciones y sus habitantes, y es capaz de luchar por ellas hasta el último aliento de su vida.

Hablo de Fidel, el de los cubanos, el del pensamiento emancipador universal que alcanzó un sitial de honor en la historia moderna y que perdurará inextinguible en la memoria de los hombres y mujeres por los siglos de los siglos mientras exista esta humanidad.

Así de inmenso lo vemos los cubanos, porque su presencia no cabe en esta pequeña Isla, rebasa nuestras fronteras y de él se adueñan todos los seres humanos de buena voluntad que tienen derecho a un mundo mejor y que saben que es posible conquistarlo, como él lo preconizó.

Si lo sentimos siempre aquí, junto a nosotros, es porque no hay un solo espacio de esta hermosa y extraordinaria obra que forjó en Cuba que no tenga su sello, por dondequiera que estuviera, está su huella imborrable, inconfundible, fundida con la solidez del acero y a la cual ningún enemigo, por poderoso que sea, podrá destruir.

Como nunca se dio tregua según hubiera algo por hacer, hoy sigue en combate por la construcción del socialismo en la Patria a la que entregó todas sus energías, desde sus años mozos, empeño en el que nunca cedió hasta verla liberada de una cruel tiranía a la cual supo derrotar, primero con las armas, y después con sus ideas avanzadas y creadoras.

Su palabra y empeño lo hicieron abanderado de la ciencia, la técnica, la tecnología, la preservación del medio ambiente, de la paz internacional, de la solución pacífica de los conflictos, de las relaciones civilizadas entre los gobiernos y las naciones, de la solidaridad y la amistad entre los hombres.

Como lo hace ahora, Fidel siempre estuvo en la primera trinchera, sin concesiones de principios, sin retroceder un milímetro en la defensa de la ideología martiana y marxista que sustentó, y de la integridad territorial del país frente a la agresiva hostilidad del imperialismo norteamericano y sus secuaces.

Por eso es que estamos aún aquí, por la capacidad de resistencia en la que nos forjó y que nos sigue alimentando, por la valentía que nos inculcó y la disposición a luchar contra todo lo que pretenda arrebatarnos las legítimas conquistas que en más de 150 años no ganamos.

Si lo despedimos hace tres años, no es porque Fidel Castro Ruz partió, el adiós fue más que nada simbólico, demostrativo de cuánto lo quisimos y cuánto lo queremos y de que vivirá eternamente en nuestros corazones, de estas generaciones y de todas las posteriores, llámense cubanos o tengan otros orígenes.