CAMAGÜEY.- Tres fueron los círculos infantiles que el 10 de abril de 1961 iniciaron el camino de esa enseñanza en Cuba. Aquella idea de Vilma Espín y Fidel Castro para favorecer la integración de las madres al mundo laboral, no era una cuestión banal, sino un proceso profundamente transformador. Los cubanos de entonces apostaban alto, lo hacían por el futuro. Seis décadas después, han ganado, ganamos todos.

A lo largo de los años estas instituciones educativas han mantenido su rol dentro de la sociedad y se han encargado de proporcionar el desarrollo físico y mental armónico de los pequeños. En los últimos meses, debido a la COVID-19, las realidades cambiaron de forma radical, pero su esencia se ha mantenido intacta.

 Fotos: Alejandro Rodríguez Leiva / AdelanteFotos: Alejandro Rodríguez Leiva / Adelante

LA CALESITA, UNA OBRA DE AMOR

Durante casi 20 años el círculo infantil La Calesita, ubicado en la comunidad Jesús Suárez Gayol, de Santa Cruz del Sur, se mantuvo cerrado por problemas constructivos. Devolverles a los pobladores y sobre todo a las madres trabajadoras una institución de tanta importancia, ha desvelado a las autoridades municipales y provinciales.

Con un valor general de cerca de un millón y medio de pesos, la obra beneficia a partir de este sábado a unos 100 menores de la zona y de los consejos populares cercanos como La Jagua. Se abrirán salones desde segundo hasta sexto año de vida con una capacidad de 20 niños cada uno y contarán con 46 trabajadores, de ellos 26 docentes.

Onelio Casellas Recio, jefe del Departamento de Inversiones de la Dirección Municipal de Educación, explicó que a pesar del atraso y las paradas constructivas por déficit de materiales, las últimas jornadas han sido intensas. Los obreros del organismo y una brigada de trabajadores por cuenta propia del territorio, dirigidos por Ariel Pérez, redoblaron esfuerzos sin perder de vista la calidad, para culminar este 10 de abril, como regalo por las seis décadas de fundados estos centros.

De acuerdo con Yordanka Mendoza Bensol, directora del centro, ya cuentan con casi la totalidad del mobiliario y el resto de los accesorios, aunque aún son insuficientes los catres. “Actualmente se confeccionan los horarios según las interrelaciones de trabajo y los colectivos de cada grupo. Al mismo tiempo terminamos de organizar las áreas de juego y los muñecos elaborados por los muchachos de la Brigada José Martí y nuestras educadoras”.

En el colectivo sobresale Arletis Cañete Morales quien será la responsable del segundo año de vida. Durante cinco años ella ha laborado en el círculo infantil Luis Aldana en la localidad cabecera y estudia el quinto año de la carrera de Licenciatura en Educación Preescolar.

 “No tengo hijos, pero me gustan mucho. He aprendido a quererlos y a cuidarlos como si fueran míos. Por ellos, para lograr su desarrollo más pleno, he tratado de adquirir la mayor cantidad de conocimientos de las actividades programadas, independientes y las conjuntas, y sobre todo a trabajar con la familia”.

De todo ello bien sabe Amparo Arredondo Mesa, una de las auxiliares pedagógicas que fundaron La Calesita y recibieron a los primeros niños en septiembre de 1991. “Nadie imagina la ilusión que tengo de volver a este lugar. Para ninguno de nosotros fue grata la idea de abandonar nuestro círculo porque las paredes no aguantaban y había riesgo de derrumbe. Todos los días mirábamos hacia aquí y nos poníamos nostálgicos. Sin embargo hoy estoy feliz, vuelvo a mis orígenes”.

La Calesita ya es, gracias a los profesionales del centro, constructores, los pobladores y el sector educacional, un sueño hecho realidad para muchas personas. Saben que ese paraíso infantil será el mejor lugar para cuidar, formar y educar a pequeñines santacruceños.

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La alegría de Amparo por regresar al círculo infantil donde, dice, aprendió a enseñar, es igual a la de aquellos que a pesar del nuevo coronavirus no faltan a su salón. Si a ella hoy le emociona recibir a la entrada a sus nuevos “hijos”, a otros muchos les reconforta saber que sus retoños usan todo el día el nasobuco o que Ronald, por ejemplo, obligue a todos en casa a lavarse las manos.

Por segundo año consecutivo las educadoras y auxiliares pedagógicas cubanas festejan su aniversario en condiciones atípicas. A su encargo social de ayudar a los menores a vencer los objetivos escolares se les sumó mantener a la familia tranquila en medio de una pandemia. Los abrazos y besos que espontáneamente les regalaban sus/nuestros niños ya no están, ahora deben conformarse con reconocer sonrisas a través de los ojos.

En el círculo infantil Luis Aldana, de Santa Cruz del Sur, uno de los primeros en fundarse en Camagüey en 1962, ya tienen un “doctorado” en explicaciones sobre COVID-19. “Hemos logrado con paciencia y amor que hasta los peques de segundo año entiendan la importancia de cuidarse del virus. Saben que no se puede tocar lo que cae al piso, que no deben estar pegaditos y que fuera del centro deben comportase igual”, expresó Lidis Revolta Ponce de León, o la seño Tatica, como la conocen.

Allí radica para Ramona Farrais Ojeda, la subdirectora, uno de los mayores retos. “Al principio no era nada sencillo estar al pendiente del cumplimiento de las medidas sanitarias, de explicárselas a los niños y a los padres y agregarse normalidad cada día a la rutina de los infantes. Hoy sus horarios de vida se mantienen, se les permiten cumplir con todas las orientaciones del día para cada año, y a la vez, convivir en un ambiente saludable y seguro”.

A pesar de una disminución en la asistencia al círculo debido en gran medida a la presencia de nuevos casos positivos en el sureño municipio, las especialistas del “Luis Aldana” se consagran mañana y tarde y desarrollan las habituales actividades didácticas, orientadas al desarrollo de habilidades y la formación de valores.

Ellas, como Arletis y Amparo, como Tatica, saben que de su esmero de hoy germinarán las generaciones de bien que seguirán soñando y haciendo futuros mejores.