Al fundar el Partido Revolucionario Cubano (PRC) el 10 de abril de 1892 José Martí creaba el primer partido político, valga la redundancia, vinculado y destinado a sentar las bases ideológicas de la última campaña mambisa por la libertad y la soberanía.
El Maestro al enfatizar en sus basamentos: “Nació uno, de todas partes a la vez”, también afianzó otras concepciones medulares y de vanguardia que enarboló previsoramente, como la urgencia de la unidad y la necesidad del aporte de diversos sectores sociales de sus patriotas, sobre todo la clase trabajadora y los más humildes.
Además, la preclara definición remarcaba a punto de nacer el PRC, que sería el único partido encargado de unir y dirigir a las fuerzas patrióticas cubanas empeñadas en la independencia necesaria e impostergable, y de la realización de una contienda armada, breve y eficaz, que además de liberar a la Isla debía cumplir objetivos históricos, nítidos y esenciales en su mente, pero todavía no revelados públicamente.
El líder de la Revolución, Fidel Castro, al fundar en 1965 el nuevo Partido Comunista de Cuba, bebió de la experiencia y enseñanzas de quien siempre consideró su mentor, al retomar el postulado del partido único e insistir sobre la necesidad mayúscula de la unidad.
Investigaciones sugieren que Martí empleó alrededor de unos 12 años, desde 1880 a 1892, en alcanzar la cristalización del PRC, luego de haber estudiado y analizado con profundidad desde su juventud las causas que llevaron a los descalabros fatales de las anteriores gestas (Guerra de los 10 Años y Guerra Chiquita).
En 1880 le escribe al general Máximo Gómez, uno de los generales más descollantes de la primera guerra libertaria, acerca de las conveniencias de crear un partido único para dirigir la continuidad de la revolución, en aras de impedir el auge del anexionismo que ganaba espacio en los cubanos más pudientes en el exilio.
Pero la concepción de un solo Partido fue expuesta en un marco más amplio en 1882. Cada vez más apuntalada, él forjaba más y más argumentos sólidos al respecto pues conocía de sobra los obstáculos que tal idea debía desafiar.
Veía venir que la evolución del mundo y el entorno, con una nación imperialista en franco auge en la vecindad más cercana, debían pesar con fuerza sobre los sucesos a protagonizar por los patriotas. La vida le dio la razón.
Había vivido en Estados Unidos los últimos 15 años de su vida, y residía en Nueva York, aunque viajó incesantemente por Tampa, Cayo Hueso, y países como Jamaica, en actividades referentes a organizar a la fuerte emigración de obreros cubanos, en lo fundamental tabaqueros allí establecidos.
Por ello concibió una organización de gran capacidad de movilización, esclarecimiento ideológico y de definido accionar político, que también se ocupara de fomentar virtudes como la honradez, la dignidad, el decoro y la lucha contra los prejuicios raciales. En síntesis: anticolonialista y antiimperialista.
A punto de terminar la década de 1880 volvieron a reanudarse los lazos con Gómez y Antonio Maceo, otro colosal estratega mambí cubano, puesto que el Apóstol pensaba en ellos para dirigir la campaña guerrera cuya organización empezaba a apremiarlo, aunque quería evitar los errores del pasado.
Fue ejemplar el intenso trabajo que Martí desplegó en la preparación de la Guerra Necesaria, una etapa de abnegación y sacrificios que lo llevó a renunciar a sus formas de ocupación tradicionales.
Una evocación nos lo traería participando en reuniones, mítines, viajando, pronunciando medulares discursos, trabajando sobre todo con los sectores más humildes de la emigración. Mal alimentado, pasó hambre y frío y se vestía con ropa desgastada y zurcida.
Paradigmática fue su honradez con los dineros del Partido. Además de la contribución de algunos cubanos ricos, los fondos del PRC se engrosaron con el aporte sacrificado de los tabaqueros.
Con el luminoso nacimiento del periódico Patria bajo su dirección, Martí fortaleció los lazos con los patriotas residentes en Cuba, donde había miles.
El periodista matancero Juan Gualberto Gómez y el general Guillermón Moncada, a punto casi de morir enfermo cerca de su natal Santiago, fueron piedras angulares en la organización de la Guerra Necesaria en Cuba. La clarinada pudo efectuarse el 24 de febrero de 1895 en la Isla, con la decisiva contribución del Oriente.
Solo la muerte sorpresiva en combate del Héroe Nacional de Cuba impidió completar el trabajo político y el programa integral concebido por él. El pueblo cubano guarda entre sus lecciones más importantes, como un auténtico tesoro, todo lo referente al Partido Revolucionario Cubano.