CAMAGÜEY.- David se parece mucho a su tocayo, el rey israelí. Con solo 10 años, ha debido enfrentar a un gigante que lo triplica en estatura y sin más honda que la valentía y el amor. Hasta entonces no conocía otras batallas diferentes a las de espaditas plásticas, ni de otros dolores además del cansancio por tanto jugar con sus amigos del barrio. Ahora, desde la Sala de Terapia Intensiva del hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña, al niño le cuesta un poco sonreír, aunque lo intenta con todas sus fuerzas.

Una de las guerreras que le salvó la vida acaricia la cabecita de cabellos finos y revueltos para calmarlo. Ella es la doctora Yudilién Quintana García, quien ha sido otra madre para él en estos días. Su profesionalidad no le permite olvidar un detalle de la evolución de David, pero en sus ojos sensibles se observa que allí los niños y niñas no son un número de cama ni un padecimiento, sino personitas por las que hay que darlo todo.

 “David llegó a Terapia Intensiva con un dengue grave. Presentaba manifestaciones de shock: cifras de tensión arterial por debajo de las adecuadas para su edad, elevada frecuencia cardíaca y tendencia a permanecer dormido. Había mostrado síndrome febril agudo pero al entrar a esta sala, hacía 48 horas que había desaparecido la fiebre, algo frecuente en los pacientes con dengue, quienes experimentan signos de alarma con la caída de la fiebre. Pero a pesar del protocolo empleado, la evolución de David no fue la esperada”.

Ya para ese momento, a Jany Céspedes Aguado no le quedaba oración a la que acudir. Pedía a su Dios con todas las palabras que aguantó el pensamiento y todo el peso del mundo sobre su espalda de madre. Rogaba que su niño volviera a ser el mismo muchachito alegre y juguetón de antes, rodeado de amigos y de gente querida.

“Yo tuve mucha fe -me dice-, siempre supe que lo iban a salvar, y sé que David va a salir de aquí, vivo”.

El agradecimiento hacia la doctora, la enfermera y todo el equipo médico le cristaliza la mirada, mientras su hijo no pierde ni pie ni pisada de la mamá y escucha con atención la entrevista. Ella tampoco deja de observarlo ni un segundo y aunque se pueda adivinar su pensamiento, estar en su piel es la única forma de saber todo lo que se rompe en el corazón de una madre con un niño enfermo.

Al tiempo que la protectora vuelve hasta David, su doctora continúa relatando la evolución del infante:

“David necesitó el concurso de varias especialidades médicas, pues tuvo una afección en el miocardio que necesitó el apoyo con aminas. Durante las primeras 24 horas en Intensiva, se mantuvo estable pero luego apareció otra complicación, por lo que fue necesario acudir a la ventilación mecánica: acoplar al niño a un equipo de ventilación artificial. Fueron varios días difíciles, en los que estuvimos a su lado minuto a minuto; tuvo fallo múltiple de órganos, que incluyó respiratorio, cardiovascular, hematológico, digestivo y renal”.

Gracias a las estrategias médicas, David comenzó a mostrar, después de cinco días, signos de recuperación: las plaquetas llegaron a valores normales, la función cardiovascular permitió detener el refuerzo de aminas, y desde el punto de vista respiratorio también presentó una evolución favorable. David, en el momento de la entrevista ya estaba reportado de cuidados y debían trasladarlo a la terapia intermedia.

La historia del pequeño puede parecer cotidiana en un Hospital Pediátrico cubano, pero la magnitud de su gravedad no había sido vista allí en un paciente con dengue, durante los últimos meses. Por eso, Yudilién repite constantemente la necesidad de prevenir esta enfermedad y una vez que exista sintomatología, insiste en no confiarse y acudir a los servicios médicos.

Los amigos de tantas aventuras y juegos lo llaman para saber cómo sigue, eso lo despierta y lo ayuda a seguir luchando. Su ángel salvador, en bata verde, le hace cosquillas para provocarle la risa. Entonces él sonríe y el aire se vuelve más ligero. Luego mira a la cámara y levanta el pulgar como una señal de victoria y una forma de decirle al mundo que una vez más David venció a Goliat.