CAMAGÜEY.- Los hospitales me suelen sobrecoger. Creo que a todos, sin excepción, nos pasa lo mismo, aun cuando no sea uno el paciente.

Pero mucho más impacta, cuando la visita se realiza a una Sala de Oncología infantil del Hospital pediátrico Eduardo Agramonte Piña. Pero contrario a lo que quizá se pueda suponer, en esa no hay tristezas ni caras largas.

Se irradia alegría, confianza en que la ciencia, y sus especialistas, hacen lo inimaginable por una vida un tanto más feliz para los niños asistidos.

Ahora la empresa Geocuba territorial Camagüey-Ciego de Ávila, llevó algunos útiles siempre necesarios, no solo para los chicos ingresados, sino también varios tipos de artículos de higiene.

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Fueron sus trabajadores que, con el concurso de sus propios recursos, hicieron ese noble gesto, y cuyo valor no se mide en cuantías monetarias. Tiene el inmenso valor del altruismo. Y ese no tiene precio…

Pero allí también estuvo la Empresa Confitera Camagüey, que le llevó a esos niños varios de sus surtidos, también como expresión de ese gran humanismo que hemos aprendido, y hemos profesado.

Pero no han sido los únicos. Ni lo serán…

Y ahora recuerdo las hermosas palabras de una madre nuevitera, Yuliset Tamayo Gómez, quien reconocía ese enorme amor que recibe a diario su hija de 11 años del equipo asistencial, aun en medio de escaseces de hasta recursos mínimos…

Sí, regocija saber que, aun con limitaciones materiales, no nos golpean las limitaciones de amor y excelencia profesional de nuestro personal médico. Esa confianza, la inspira desde que se entra hasta que se sale del recinto hospitalario…

Nuestros chicos están en buenas manos. Ahora hace falta que tendamos todos, nuestras manos.

Juntos, se puede…

Quizá porque ahí radica el verdadero valor del detalle.