Orville Platt fue un oscuro senador estadounidense, quien ganó una funesta notoriedad por ser el autor del proyecto de ley con su nombre, destinado a ser impuesto como anexo a la Constitución de la República de Cuba de 1902, como condición para ser proclamada como la nueva nación.

Dicho engendro incluía reconocer el derecho de Estados Unidos a la intervención militar y establecía además que la Isla no podría ejercer  soberanía en sus relaciones políticas y comerciales con otros países sin el  visto bueno de la Casa Blanca, entre otras condiciones onerosas para un presunto país independiente.

La Enmienda Platt obligaba al gobierno cubano a ceder algunas de sus mejores bahías para bases navales de su vecino del Norte y tolerar la posible anexión de la Isla de Pinos, sobre la que se estipulaba que su estatus sería determinado en un futuro tratado con ese objetivo.

Las filas independentistas, al no contar con el liderazgo de José Martí y Antonio Maceo, no fueron capaces de hacer que fracasara esa estrategia imperialista, la cual además estimuló las rencillas y divisiones internas entre los patriotas organizados en el último vestigio independentista, la Asamblea del Cerro, que destituyó a Máximo Gómez como jefe del Ejército Libertador y lo difamó por no estar de acuerdo con una propuesta de este para licenciar a las fuerzas libertadoras.

El naciente imperialismo estadounidense incluyó la Enmienda Platt como una pieza fundamental en la articulación del el sistema neocolonial tras la intervención en 1898 para frustrar el ideal martiano, que concebía una Cuba independiente para cerrar filas junto a la América Nuestra ante los designios del gigante norteño.

La pérfida política del gobierno interventor yanqui logró tener éxito al disolver los órganos de la República en Armas, el Ejército Libertador y el Partido Revolucionario Cubano, para lo cual contó con el apoyo de Tomás Estrada Palma, quien sustituyó a José Martí al frente del Partido Revolucionario Cubano y se valió para su traición de un grupo de sus colaboradores de tendencia anexionista.

El  general Leonard Wood, gobernador militar de la Isla durante la ocupación norteamericana, fue muy claro en su correspondencia privada al definir su política cuando expresó: (...) “Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar la anexión. (…) “Con el control que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo”….

No obstante, la imposición de la Enmienda tuvo una importante resistencia dentro de la Asamblea Constituyente, en la que se destacó Salvador Cisneros Betancourt, quien junto a Juan Gualberto Gómez propuso a sus compañeros rechazarla totalmente, ya que al aceptarla, Cuba “no tendrá soberanía, ni independencia absoluta, ni será República”, como alertó en esa circunstancia.

Sin embargo, la enorme presión ejercida sobre los asambleístas, a los que se impuso como condición para el cese de la ocupación la aprobación de la Enmienda, condujo a que finalmente fuera aprobada hace 120 años, el 12 de junio de 1901, por 16 votos contra 11, decisión en la que  primó cierto pragmatismo basado en que por lo menos Cuba sería independiente, aunque con una libertad menoscabada.

En 1934, Estados Unidos y Cuba firmaron un nuevo tratado que dejó abrogada la Enmienda Platt, aunque no se negociaron las condiciones de la Base Naval estadounidense en Guantánamo. No podía esperarse más de un gobierno en el que era jefe del ejército el nuevo "hombre fuerte" de Cuba, Fulgencio Batista, principal aliado del imperialismo en una nueva etapa de dominación en la Isla que solo culminaría con el triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959.

Ese engendro centenario  de dominación imperialista tiene sus seguidores en la mafia cubano-americana y los círculos de poder estadounidense, que por encima de diferencias de sus partidos tradicionales mantienen y aplican un remedo de la Enmienda Platt, en la Helms Burton que rige un brutal bloqueo económico, comercial y financiero.

Los  sueños por restaurar su dominio imperialista en Cuba están llamados a fracasar, ante más de 60 años de lucha y logros del pueblo cubano defendiendo su independencia nacional y en la construcción del socialismo.