CAMAGÜEY.- En los finales de 2020, entré por primera vez en mi corta vida en un colchón de lucha. Para muchos no resultaría una experiencia fascinante, pero si se tiene delante a Mijaín López intentando derribar a su oponente, quizá cambie de opinión.
Tras dos horas de intensos ejercicios en las que su voz sonaba por encima de todas, tuve la fortuna de compartir con él. Se le notaba pleno, vigoroso, como si no hubiese descansado en el aislamiento.
“La cuarentena fue difícil para todos, nos encontrábamos a la vuelta de unos juegos olímpicos para los que llevábamos preparándonos cuatro años, nuestras condiciones competitivas estaban muy altas. Ese bajón inesperado en el nivel de los entrenamientos nos afectó un poco, luego logramos compensar con la preparación desde casa, a la que además agregué mucho trabajo psicológico”, comentó con una sonrisa que el agotamiento solo le permitió esbozar.
El Gigante de Herradura es el único gladiador dentro de la preselección nacional que precisa de dos rivales de su peso para mantener el nivel en los combates de preparación. En cada sesión los enfrenta y le quedan fuerzas para retar a Yasmani Lugo, quien no cae en la provocación.
“Es una jarana, pero nunca está de más variar de contrincante. En este deporte no hay oponente débil, todos tienen fuerza para derrotarte. Por ejemplo, de los 60 que van a los campeonatos mundiales solo se seleccionan 20 para participar en los juegos olímpicos, entre los cuales cualquiera puede ganar la medalla de oro, razón por la que siempre los respeto”.
La veteranía es un factor que los analistas utilizan para reducir las opciones de éxito de los competidores en la mayoría de las disciplinas de combate, pero en el caso de Mijaín pocos se atreven a minimizarlo por tal razón.
“Para algunos la edad influye, pero para mí no. Siento que estoy en un buen momento, no sufro lesiones, ni desgaste, porque me he sabido mantener y preparar para cada contienda. Creo que mi entrega a la lucha será la que defina los resultados, cuando me subo al colchón no importa si mi contrario es de 15 o de 30. Tengo confianza, por eso hice el compromiso de llegar a unos cuartos juegos olímpicos para conquistar la presea de oro”.
Después de dos meses de entrenamiento en Camagüey, el tetracampeón mundial y triple monarca olímpico levanta la vista hacia la capital japonesa. “Aquí nos han atendido de maravillas, crearon todas las condiciones para que arrancáramos. Los trabajadores del hotel y las instalaciones deportivas nos garantizaron la seguridad sanitaria y al mismo tiempo nos brindaron mucho cariño. Estoy seguro que aquí comenzaron a fraguarse alrededor del 90 % de las medallas que ganará Cuba en Tokio. Al mundial irá Oscar Pino, un muchacho que merece que le dé paso, porque va a ser grande también”.
Mijaín fue el último en bajar del colchón el día de nuestro encuentro, como seguramente será el último en hacerlo en la final de las Olimpiadas. Quizá bajará riendo y gritando, como lo hizo esa tarde en Camagüey, mientras animaba a unos chiquillos que lo habían identificado y jugaban a ser él a la salida del Palacio de los Deportes.