CAMAGÜEY.- ¿Por qué se hace imprescindible rememorar las fechas históricas? ¿Por qué año tras año se organizan acciones en función de que no pasen desapercibidas? Para algunos incluso resulta en ocasiones tautológico pasarle por encima una y otra vez a determinado momento crucial de una época determinada, y más cuando no se buscan nuevas perspectivas de análisis a cerca de tal o más cual acontecimiento.

Lo cierto es que la memoria forma parte de la construcción sociológica de cualquier grupo humano unido por intereses comunes, es fuente nutricia de conocimientos y marca importantes “paradas” en el tiempo para recordarnos de dónde venimos, para apuntalar zonas que puedan caer en la omisión y favorecen así el resquebrajamiento de los valores morales y sociales adquiridos. Los días de recordación avivan el espíritu colectivo y no permiten que se apague la llama de la cultura como huella que deja el hombre sobre la tierra.

Para Cuba y su teatro, los sucesos del teatro Villanueva del 22 de enero de 1869 permanecen dialogando con el presente. Hablan de rebeldía, pasión, Patria y son documento testimonial de uno de los hechos más sangrientos acontecidos durante la guerra contra el coloniaje español. Por esos días permanecía el revuelo popular de algunos hechos que marcaban la decisión inexorable de los cubanos de liberarse del yugo que los oprimía, hacía apenas tres meses que Carlos Manuel de Céspedes se había lanzado a la lucha y más reciente, los bayameses habían dignificado su postura de libertad quemando su propio pueblo antes que cayera en manos españolas. En ese contexto el teatro no podía hacer otra cosa que, siendo espejo y reflejo de su tiempo, mostrar en escena toda la energía que comenzaba a desbordarse por la isla con bríos de emancipación.

Teatro de luzTeatro de luz

Cuando nos acercamos a la puesta en escena que estaba en cartelera en el otrora “Circo Habanero” (nombre que recibiera el teatro en su inauguración en 1847, y que luego en 1853 cambiaría por Villanueva), Perro huevero, aunque le quemen el hocico, de la autoría de Juan Francisco Valerio, no encontramos un texto con grandes pretensiones políticas, al menos en su estructura literal, más bien ilustraba escenas costumbristas donde Matías, un hombre guapachoso y borrachín hacía de las suyas y sacaba de las casillas a su esposa Nicolasa. Pero el teatro tiene esa enorme capacidad, por los siglos de los siglos, de apropiarse de los elementos que gravitan en la realidad, y colocarlos en tela de juicio, los reacomoda en el imaginario y los reinventa de manera tal que penetra cual cuchillo sigiloso en la superficie de la sensibilidad.

Recordemos que toda obra construida sobre la tierra parte de una intrínseca necesidad de ser realizada, y el teatro es una de ellas. De esa forma, los bufos habaneros con total e inconmensurable valentía, pues el arte verdaderamente auténtico no conoce de cobardía ni barreras, se lanzaron al éxtasis de las circunstancias y se convirtieron en promotores del ánimo revolucionario que asistía a la representación en esa noche.

Quizás no somos capaces de comprender la dimensión de aquel momento, entre vítores y algarabías cuando se gritaba “viva la tierra que produce la caña”, “viva Céspedes”, “viva Cuba libre”. El arte de las tablas cual detonador sociocultural del instante, exacerbaba el sentir de libertad de todos los presentes. Y sí, pagaron con creces aquel acto de sublime entrega donde ficción y realidad se fundían en un mismo reclamo. Otra vez la verdad, dicha con el translúcido velo de la ironía y las metáforas podía calar más hondo que lo libremente expresado en el andar cotidiano.

Olga Hidalgo - 22 January 21 4:02PM Denunciar
Enviar Cancelar

Excelente. A veces no conocemos el porqué de una fecha. Es muy importante saber de dónde venimos..Historia- cultura- política es un todo.