CAMAGÜEY.- No estábamos en la esquina, pero sí seguíamos en la Calle de los Cines. En el Dodo’s Café del Cine Encanto, una pequeña planta eléctrica garantizaba, con su ronroneo constante, la posibilidad de ver y estar. Porque en estos tiempos de apagones enormes, sostener un espacio para hablar de arte es casi un acto de fe.
Allí, convocados por el crítico e investigador Juan Antonio García Borrero, asistimos a una nueva sesión de la Cibertertulia La esquina inteligente, dedicada esta vez a la animación en esta ciudad, como parte de la Jornada de la Cultura Cubana.
El homenaje inicial fue para Rodolfo Caraballo, pionero de un movimiento local de animadores que hoy continúa gracias al entusiasmo de los más jóvenes. Se recordaron también los aportes de Geovanys García Vistorte, y la conversación se centró luego en el grupo que actualmente da mayor impulso al género, en torno a Ray Ortega, un muchacho de 22 años que viene del arte digital y que, con su primer corto animado, La niña y el mar, acaba de ganar el Gran Premio de Animación del Concurso Caracol 2025, además del premio a la música original, compuesta por Javier Garcés Fuentes.
No he visto todavía el corto, pero según se contó, presenta el diálogo entre un padre y su hija acerca de una mascota inusual, en un tono donde lo cotidiano se transforma en extrañeza poética. La niña y el mar fue producido por Wapanga Producciones junto a Búnker Film.
El cortometraje, realizado en blanco y negro tiene una duración de tres minutos. Su equipo técnico está encabezado por Ray Ortega Moreno (dirección, fotografía, dirección de arte, dibujos, animación y edición) y Kadier Fuentes Cardet (guion y producción), con Keiter Castillo, Esther Hirzel y el propio Ortega como productores ejecutivos, y Armando Alba como productor delegado. La asesoría general corrió a cargo de Aramis Acosta Caulineau, mientras que el diseño sonoro y el sonido directo fueron realizados por Jorge Guevara junto a Robin Alonso. Las voces del reparto corresponden a Carlos Cabal y Rachel Saavedra.
Durante el encuentro se habló también de la faceta de Ray como artista visual, conocido bajo el nombre de Solum Project. En una entrevista anterior explicó que “Solum” proviene del latín —solo, soledad—, y que con él busca crear desde la verdad interior, sin máscaras ni filtros: “crear de mí mismo hacia afuera, sin importar quién lo vea”. Su paso de la imagen fija a la animación parece prolongar esa misma búsqueda de autenticidad, ahora en movimiento.
En la tertulia se habló de la importancia de espacios como el Dodo´s Café, representado por el joven director de animación Keiter Castillo, o de iniciativas como Wapanga Producciones de Ray y sus amigos, que aseguran la producción audiovisual como un acto de resistencia cultural. Desde allí se registran los eventos, se crean imágenes, se anima —en todos los sentidos— la ciudad.
Y entonces surge la pregunta: ¿por qué seguir llamándolo cibertertulia? En el Dodo’s la conexión casi no existe, las redes titilan y se cortan, el aire huele a café y a motor. Pero tal vez la cibertertulia no sea un formato sino una actitud. Juani, en su permanente observación del mundo, es quien encarna esa red: escribe, piensa, comparte —cuando puede conectarse—y desde allí lanza ideas que luego otros recuperamos, discutimos y reescribimos en el espacio físico. La cibertertulia es él, un puente entre la conversación en la sombra y la conversación en línea.
Al cerrar la tarde, Juani evocó una frase de Neruda: “El talento es una larga paciencia”. Y acaso eso resume también esta experiencia: la de un grupo que, aun sin cobertura ni certeza de luz, sigue soñando, hablando, creando. La idea de una esquina inteligente que persiste —aunque el mundo se apague— por pura voluntad de encender.