CAMAGÜEY.- Imagina una compañía con más de seis décadas de historia, que en su época dorada fue sinónimo de grandes producciones. Hoy, en medio de la precariedad, sus creadores buscan en los almacenes, rescatan vestuarios, reinventan muñecos, los transforman en nuevos personajes, como si también fueran actores con múltiples vidas. Esa compañía es el Guiñol de Camagüey.

El 15 de febrero cumplió su aniversario 63 con un reconocimiento a la memoria de Mario Guerrero, uno de sus líderes principales, fallecido hace seis años. Presentó Ciclo sin fin, una obra que, más allá del mensaje ambientalista, de la reflexión sobre la depredación del planeta, refleja la propia lucha del grupo por persistir en un país donde muchos escenarios han quedado en silencio. Con luz natural, una bocina con pila y el público sentado en el suelo, lograron una puesta en escena cargada de simbolismo. Su historia es la de un teatro que se niega a desaparecer, que se recicla.

En la Plaza de los Trabajadores precedió la actuación de los niños de La Andariega con su coreografía Gato Jazz. Ver una obra en estas condiciones de teatro callejero permite una experiencia distinta: la posibilidad de observar en detalle los vestuarios, las reacciones de los actores dentro de los muñecos y la lucha contra el viento para mantener el control de las figuras gigantes. Todo ello cambia la perspectiva del espectáculo.

La puesta en escena toma elementos de diversas fuentes, puede entenderse como un pastiche en el sentido más enriquecedor del término. La banda sonora incorpora temas icónicos, como la célebre canción de Michael Jackson dedicada a la Tierra y fragmentos de la película El Rey León. En cuanto a los personajes, muchos de ellos son reciclados de anteriores producciones, como un juego intertextual que refuerza el concepto de la obra. Afranio, el elefante, proviene de Un elefante es cosa seria, un espectáculo del antiguo Teatro de Luz, dirigido por Jesús Rueda, actual líder del Guiñol. También reaparecen figuras de La niña y el elefante, junto con personajes de Contrarreloj, otra obra de enfoque ambientalista.

Hay dos orishas que han sido parte de las ambientaciones urbanas con estatuas vivientes del grupo. Su inclusión refuerza la conexión con la espiritualidad y la mitología afrocubana, a la vez que aporta una dimensión simbólica a la puesta en escena. Estos personajes caminan sobre zancos, mientras que otras figuras de gran tamaño mantienen a los actores en el suelo. En contraste, solo dos personajes, el guardián y el alce, han recibido un diseño de vestuario nuevo.

El Guiñol de Camagüey es un sobreviviente en un panorama donde muchas compañías similares han desaparecido en otras provincias. La compañía ha enfrentado desafíos constantes, desde la migración de actores hasta la escasez de nuevos talentos que opten por el teatro de títeres como su principal camino artístico. La situación económica ha limitado la posibilidad de grandes producciones como las que marcaron la época dorada del grupo bajo la dirección de Mario Guerrero. Sin embargo, el Guiñol persiste, se recicla, encuentra estrategias para seguir adelante y se reinventa a partir de su propio legado.

Esta función formó parte de la primera edición de la Feria Fiñe, impulsada por el Consejo Provincial de las Artes Escénicas. Inicialmente prevista para desarrollarse desde el 11 de febrero, el duelo oficial obligó a posponerla hasta el 13 para culminar el 16. Aunque el evento contemplaba programación en espacios abiertos como calles y comunidades, incluyendo la Plaza de los Trabajadores donde se presentó Ciclo sin fin, también había funciones previstas en teatros. Sin embargo, la crisis energética impidió el uso de estos espacios cerrados y del circuito sociocultural con servicio de electricidad.

Dentro del marco de la Feria, se entregó por primera vez el Reconocimiento Mario Guerrero a la compañía Guiñol de Camagüey, en honor a sus 63 años de tradición titiritera y por mantener viva la esencia del guía. También fueron distinguidos el diseñador y actor Mauricio Álvarez Romo, y la costurera Migdalia Bencomo.

El otro reconocimiento homónimo, destinado a un invitado, fue para la actriz Verónica Hinojosa, directora del festival de narración oral Palabra Viva en Las Tunas, quien expresó su emoción al recibir el galardón. Recordó a Mario Guerrero como uno de sus maestros y agradeció con un fragmento de la Elegía camagüeyana de Nicolás Guillén: “con mis pies de ida y vuelta...”, en alusión a su identidad camagüeyana.

Osvaldo Betancourt, presidente del Consejo Provincial de las Artes Escénicas, resaltó la importancia de este reconocimiento, nombrado en honor a “una persona que fue alma y vida del Guiñol”. Además, anunció que la Feria Fiñe se consolidará como un evento anual para los niños, con la posibilidad de una edición adicional en verano. Kenny Ortigas, director provincial de Cultura, enfatizó: “Gracias al Guiñol de Camagüey por hacer felices a nuestros niños”.

La Feria Fiñe culminó este domingo en el Casino Campestre. La crisis del servicio eléctrico en Cuba ha forzado un reajuste en todos los aspectos de la vida cotidiana, desde la rutina doméstica hasta las expresiones culturales. La imposibilidad de iluminar los teatros ha llevado a una adaptación inevitable: el resurgimiento del teatro callejero.

En ese sentido, retomando Ciclo sin fin, más que el título de una obra; es la realidad de un grupo que ha aprendido a renacer una y otra vez. En cada generación, en cada actor que pasa por su escenario, el Guiñol de Camagüey encuentra una manera de mantenerse en pie. Es la terquedad de una provincia que se niega a dejar morir su teatro para niños, que con lo que tiene y con quienes puede, sigue creando mundos de fantasía y reflexión. El teatro, como la vida, es un ciclo que se reinventa, que persiste, que resiste. Y mientras haya manos para sostener los muñecos, miradas infantiles dispuestas a soñar y voces que cuenten historias, el Guiñol de Camagüey seguirá su camino, como parte de ese ciclo sin fin.