CAMAGÜEY.- Al contexto de conmoción beisbolera, la Orquesta Sinfónica de Camagüey sumó una experiencia con ribetes de clásico mundial a través del concierto este sábado en el Teatro Principal, bajo la batuta del director australiano Lee Joseph Bracegirdle y con el pianista Martin Camacho, mexicano que estudió en Cuba.
Un repertorio de grandes ligas, se diría en el argot deportivo, por el programa de contrastes con el Preludio al Acto III de la ópera Lohengrin (1848) del alemán R. Wagner, el Concierto No.17 para Piano y Orquesta (1784) del austriaco W. A. Mozart y Romeo y Julieta (1936) del ruso S. Prokofiev.
El señor Bracegirdle, en fluido español, comentó datos antes de cada ejecución en una noche, sin dudas, con una trama para no olvidar por el lucimiento de la agrupación que pone en el atril de sus jóvenes una trayectoria de 62 años.
Primero, la épica, ponderada con una de las partes más conocidas del drama musical de Wagner, quien enfocó al héroe, inspirado en la leyenda de un caballero del Santo Grial.
Llegado el turno a la segunda obra, el maestro australiano, que empezó a componer pasados los 50 años de edad, dijo que Mozart lo asusta por el viaje en el cambio de ideas a través de los movimientos. Lo logró con 27 años. “¿Cuánta música hubiera hecho si hubiera vivido una vida completa?”, enfatizó.
Esta pieza expone su personalidad desde la complejidad rítmica y de pasajes. Hasta es posible imaginarlo con su estornino pinto. Se cuenta que el genio austriaco enseñó el tercer movimiento a la mascota e innovó el Allegretto Presto con variaciones sobre su canto, de ahí la sensación de coro de aves felices.
Correspondió a Martin Camacho ofrecer a la audición todas las claves del Concierto No.17, obra por encargo de una alumna para estrenar en una casa de Viena. Los padres contrataron la orquesta con Mozart de director.
El mexicano radicado en Estados Unidos tocó un símbolo del patrimonio del arte de grandes cubanos y de los afectos por Camagüey. El piano electroacústico de cola fue un regalo a la ciudad del entrañable hijo Adalberto Álvarez. Lo estrenó Ignacio “Nachito” Herrera junto a la Orquesta Sinfónica Juvenil de Minnesota en el 2017. Allí mismo, al año siguiente, también le sacó todos los colores Alejandro Falcón en otro memorable concierto, el Vale 2 con los arreglos de Joaquín Betancourt a éxitos del songo de Juan Formell y del son de Adalberto Álvarez. En esa ocasión confluyó parte de la Sinfónica Nacional con la homóloga de aquí y otros invitados, entre ellos el director Enrique Pérez Mesa.
Todas esas connotaciones orbitaron anoche en el Teatro Principal, en diálogos múltiples de sedimentos culturales, maestría de los invitados, talento y actitud profesional de la orquesta encauzada en los últimos tiempos por una mujer, Lídice Cruzata.
Pasar la prueba con la selección de Prokofiev a su ópera fue equivalente a dar lustre a la estima de las decenas de artistas camagüeyanos, alrededor de sesenta, que se mantienen sobre el camino de la música de concierto, una carrera de sobreexigencia personal y colectiva. En diez movimientos, rápidos y lentos, en el orden de la historia, aseveró Bracegirdle, escuchamos una de las más grandes, impresionantes y traumáticas obras del compositor ruso.
Por tanto, con Romeo y Julieta terminaría el privilegio de habitar una zona de encantamientos, porque la música en su andar hasta el público sigue siendo un misterio que brota de genios y fluye a través de sus epígonos.
VISTO BUENO DEL DIRECTOR
Al terminar el concierto, Adelante salió al encuentro de los invitados. Compartimos aquí las declaraciones del director Lee Joseph Bracegirdle: “Salió excelente la orquesta. Son obras difíciles, sobre todo Prokofiev, muy complicado, debido a muchos cambios que fijar, cuestiones técnicas para estudiar en la casa. Se prepararon bastante bien para este concierto. Salió excelente”.
Él inició su entrenamiento musical en Filadelfia y devino un cornista reconocido en agrupaciones de México, Alemania y Australia. Casi a punto de jubilarse como instrumentista, emprendió estudios de dirección orquestal en el Mozarteum de Salzburgo. Ha sido director musical del Ballet de Cámara Australiano y de la Orquesta Filarmónica de Woollahra, en Sidney.
“Hay muchos jóvenes tocando violín, viola… La única forma de conocer repertorio es tocarlo. Uno puede estudiar en la casa pero es otra cosa sentarse dentro de una orquesta, tocar junto con sus colegas, seguir la batuta además de seguir lo que está escrito por la página y afinar bien. Es la técnica de un músico orquestal y solamente recibe esta experiencia tocando en la orquesta, mientras están ensayando”, añadió.
Durante su estancia en la ciudad visitó escuelas de arte y elogió que se estimule en los niños la alegría de tocar juntos con la práctica de conjunto. Por primera vez viaja a Camagüey, algo pendiente desde antes de la pandemia de COVID-19. A Cuba viene con regularidad desde el 2014: “Si vivo suficientes años más voy a seguir viniendo”.
“Hay directores especializados en la música cubana y la orquesta está tocando música cubana todo el año. Entonces yo creo que mi tarea es introducir al repertorio estas cosas. Yo dejo la música cubana en las manos de los maestros que la conocen bien, cuando yo no estoy acá. Por ejemplo, soy un apasionado bailador de salsa y de casino. En cualquier ciudad de Cuba donde esté salgo a bailar una noche, sí amo la cultura cubana”, explicó.
─¿Ha jugado béisbol?
─Algunas veces cuando era muy joven, pero hace muchos años. ¿Por qué?
─Le pregunto porque ahora estamos en el Clásico Mundial de Béisbol. De hecho, la victoria sobre Australia colocó a Cuba en el nivel de semifinal. ¿Está al tanto?
─No sabía sobre esto porque me interesa más el críquet. Los cubanos son profesionales del béisbol. En Australia lo juegan pocas personas y seguramente lo hacen por amor.
COMPLACENCIA DEL PIANISTA
Con el piano eléctrico de la Sala de Conciertos José Marín Varona llevado al Teatro Principal, como ha enseñado la maestra Amalia Marín, el público oye la misma música pero no la percibe igual; sin embargo, había que ver la proyección escénica de Martin Camacho y sentir el portento de sus manos para hacer sublime la noche.
“Uno se adapta a las condiciones porque lo fundamental de los conciertos es el personal. La materia humana que existe aquí en la orquesta es extremadamente valiosa, de talento, de jóvenes con muchísima energía que están haciendo un trabajo excelente. Eso inspira”, ponderó.
Ganador de importantes concursos en México, Cuba y Estados Unidos, con un recorrido de ovaciones en diferentes países, este pianista siente gratitud por la isla caribeña:
“Mi historia con Cuba data de 1988 cuando llegué a La Habana a estudiar en el Instituto Superior de Arte (ISA) con una beca del gobierno cubano del que siempre estaré extremadamente agradecido. Soy graduado del ISA y a partir de ahí he tenido un amor por Cuba. Una de mis especializaciones es en danzas cubanas. He grabado danzas cubanas de compositores mexicanos. Visito Cuba con varias orquestas en labores culturales, hago investigación, tengo contacto con músicos varias veces al año. Es uno mis amores”.
─Los músicos son personas especiales, pero como humanos al fin conviven con lo cotidiano. Ahora es tendencia el Clásico Mundial de Béisbol. Los equipos que representan nuestros países figuran en titulares y en la expectativa popular…
─Una competencia deportiva también tiene su encanto. Lo más bonito, la diferencia entre las competencias deportivas y las actividades culturales es que en las actividades culturales todos ganan, y en las deportivas hay ganadores y los que se consideran perdedores. Yo prefiero los encuentros culturales porque todos ganamos.