Fotos: Alberto Santos/ColaboradorCAMAGÜEY.- Eduardo Castillo empezó jugando. Debía hacer algo diferente para ser parte de un grupo. Le dio por dibujar y aquella elección marcó el punto de giro de su vida hacia otra escuela, la Academia de las Artes Vicentina de la Torre. Hoy es uno de los jóvenes que traza el camino artístico desde su natal Camagüey.
“Nunca me he alejado del dibujo. Su expresionismo me atrapó”, cuenta desde el inicio de una conversación llena de colores y delicadezas porque él sabe ofrecer ese bienestar con las palabras y con las obras.
“Las obras por sí solas tienen energía. Se siente cuando estás enfrente”, lo dice con toda la razón del mundo, y puede comprobarse al instante en la muestra Regalo para un ángel en la galería Mira, de la Casa del Joven Creador, donde comparte cuadros suyos y de la desaparecida Yaneya Acosta.
Esa exposición anuncia otra soltura en su trabajo. Se advierte en el aprovechamiento del color a partir de los materiales como el pastel, la crayola, el carboncillo y la combinación con el acrílico para dar volumen y movimiento.
“Sin embargo las imágenes son tranquilas”, acota como para retratar su estado de motivación y para reafirmar a la mujer como su preocupación personal y su investigación permanente.
“La belleza femenina es incalculable. Su mente es una incógnita para mí. El cuerpo es el reflejo de la batalla por la belleza. Trabajo la parte erótica como un estado de ánimo, un convencimiento de autorreflexión”, añade.
Desde su timidez, sabe convocar a jóvenes como él y a consagrados como Nazario Salazar. Es el jefe de la sección de artes visuales de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Camagüey.
“No soy líder. Estoy como un mediador, como un amigo porque la organización da la oportunidad de crecer, de aumentar el nivel cultural y profesional. La AHS reúne e invita a ser felices”, y sonríe.
Eduardo no cree en el mito del aislamiento del artista y se despide del diálogo como cuando se abre la puerta y se tiende el puente al futuro.
“Uno teme cuando está comenzando. Yo no quería que me vieran y lo superé. Las pintadas en público ayudan a compartir. Las obras quizá quedan como proyectos pero la perfección no es un elemento necesario para vivir y mucho menos para crear. Importa la naturaleza del artista, el cómo hace, esa creatividad ligada con pasión que te hace un volcán. Más que un oficio las artes plásticas son una pasión, una forma de vida, un camino que no puedo dejar de seguir”.