CAMAGÜEY.- El amor y la música son como dos astros que alineados pueden alumbrar la obra humana, y la encantan mucho más si Camagüey está en los genes de ese misterio. Tal es el caso de la cantante habanera Zunilda Remigio y el compositor, arreglista y director camagüeyano Joaquín Betancourt. Ambos retornaron para ofrecer un corazón popularmente sinfónico.

Adelante salió al encuentro de la pareja con 20 años de unión y con profundas raíces en la ciudad. La semana pasada ella cantó por primera vez en su tierra adoptiva, una deuda personal y un reclamo de por vida. Debutó en el Teatro Avellaneda con el concierto Zunilda canta los clásicos, de homenaje a Benny Moré, a Matamoros, a los hermanos Expósito…

Foto: Cortesía de Zunilda Remigio.Foto: Cortesía de Zunilda Remigio.

EL ARRAIGO DE ZUNILDA

“Se hizo todo tipo de música, balada, canción, afro, músicas maravillosas de nuestro acervo cultural que están palideciendo. Un grupo de artistas tratamos de rescatarlas a ultranza, aunque no sea lo que más se use o se escuche. El artista también es un educador.

“El concierto se dio muy bien con la Orquesta Sinfónica, que tiene doble significación para mí porque fue fundada por Jorge Luis Betancourt, tío de Joaquín; mi suegro Nelson Betancourt fue su administrador. Deseo que dentro de las voluntades, inquietudes y proyectos del país esté sostener, alimentar y conservar esta joya que es Camagüey en Cuba”.

Fue rotunda al compartir la clave del proyecto de cantar con una sinfónica: “Hay que atreverse. Cuando te paras como cantante tienes tantas responsabilidades. Es una lástima que no se utilice más la Orquesta Sinfónica porque en Camagüey hay maravillosos cantantes. Este reto lleva trabajo y lamentablemente ya la gente no quiere trabajar mucho”.

De su privilegio como protagonista de la escena, pasará hoy a otro espacio no menos importante. Saber escuchar resulta vital para Zunilda: “Este sábado me toca ser espectadora, una experiencia agradable y de tensión, aunque confío en él como director y como músico. Él tiene aché, tiene el ángel.”

LA AÑORANZA DE JOAQUÍN

El año pasado marcó el principio de un retorno a su escenario natural, al de su cuna. Lleva varias jornadas de ensayo con la Sinfónica, primero para acompañar a Zunilda, y luego para romper los protocolos del teatro, porque esta noche Joaquín Betancourt quiere dirigir en la plaza.

“Me inicié en Camagüey como declamador coral de pioneros. Ahora regreso al lugar que también me asumió como profesor en la escuela elemental, como integrante de la Sinfónica, como músico activo en el tiempo del servicio social, comprometido con todo el mundo musical: la nueva trova, la orquesta de música moderna, los grupos populares, la Maravilla de Florida. Es un regreso feliz, añorado por mí, porque hay que ser profeta también en su tierra”.

Su gratitud esconde ese dolor del hijo pródigo, alguien con tanto éxito como productor musical y arreglista que siente por su patria chica: “Tenemos para aportar a Camagüey, ayudar en las escuelas, impartir alguna clase de conjunto, orquestación, producción musical, de lo que nos pidan”.

Esta noche brindará “un recorrido por la música cubana en una píldora de tiempo”, con obras de Benny Moré, Matamoros, Adalberto, Juan Formell, Richard Egües y el tema suyo La rumba que no escuchó mi abuelo, dedicado a Joaquín Betancourt Socarrás, un tallador de mármol para el cementerio.

“Mi abuelo me compró el primer violín, me inició por el camino del arte y me exigió escuchar música de alto vuelo. El tema combina la rumba con elementos sinfónicos. Está en el disco La rumba soy yo y lo haré con Rumbatá. Los músicos encabezados por Wilmer Ferrán hicieron una combinación perfecta.

Quiero grabarlo con ellos por su replanteamiento profundo y espiritual de la música”.

Joaquín Betancourt aspira al cariño de su pueblo con un sentido de la cultura y con la capacidad para apreciar en la justa medida la obra de sus artistas: “Me he tomado en serio la música, la profesión de ser artista. Los premios vienen en el camino. Cuando te otorgan uno de esa naturaleza, además de halagado, te sientes comprometido. Cada paso requiere sutileza por la expectativa entre admiradores y detractores. Es una valla de la vida y tengo que saltarla”.