CAMAGÜEY.- Cualquiera mueve el cuerpo al compás de la música, sin embargo, convertir los sonidos en fluidez rítmica, es el mérito del que domina. De ahí proviene la filosofía del instructor de danza del Conjunto Artístico Arlequín, Osmary Fustiel Águila, quien no escatima recursos para enseñar a un joven público el gusto por el baile y, con él, los matices de nuestra cubanía.

Antes del profesor llegar al Centro de Gestión Cultural, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC), sede de la iniciativa veraniega, los niños ya se preparaban. Estiraban las articulaciones, efectuaban rotaciones de hombro, realizaban círculos con las piernas. Y corrían, saltaban y jugaban, como muchachos al fin. Pero, mientras calentaban, noté esa disciplina típica del que se alista para vivir un instante inolvidable.

Cuando Osmary entró en escena, se percibió un clima afectuoso. Los pequeños escucharon callados los objetivos de la clase. Luego una bocina llenó de sonoridades cubanas cada espacio del sitio. “Arriba, marquen el paso. No pierdan la concentración y coordinen correctamente con la música”, reiteraba el maestro. Su experiencia en más de 12 años, en esta actividad, le ha posibilitado diversas herramientas para guiar a los públicos de menor edad y destreza.

Además de perfeccionar el estilo de baile, los niños se relacionaron con un amplio repertorio de artistas cubanos para ampliar su cultura. “En este caso nos centramos en ritmos como el Son porque deseamos que los jóvenes sepan más del panorama identitario que nos señala como hijos de esta tierra”, refirió convencido Fustiel Águila.

Una de las madres, Daineris Maxan Vernon, habló de cómo la actividad, que se desarrolla los lunes, miércoles y viernes, a las 9:00 a.m., es una oportunidad para su hija “de aprovechar las vacaciones en una distracción útil, sana que le aporte conocimientos que habitualmente no reciben en la escuela o en el hogar”.

El sudor corría a raudales, al final de la lección. Todos respiraban muy aprisa. Las piernas y hasta los brazos dolían. Pero los danzarines parecían más felices que agotados. Reflejaban un potencial integrante de la “Andariega”, compañía que cumple el presente año dos décadas de creada. Al menos a mí, me pareció que la filosofía de Osmary encontrará seguidores entre esos buenos muchachos.