La pandemia grande que corroe hasta a los pediatras, nos ha (im)puesto la vida de cabeza. Algo así como toda la existencia colectiva colgando de ese despeñadero que “salva” también, por un solo pelo, tu individualísima prioridad número uno. Solo hay que pasarse por las redes sociales, y ver cuánto niño “malcriado” hay. Nosotros, los grandes, los que debemos velar por el adecuado crecimiento de los hijos, ahora descolocamos sus rutinas.