He estado viendo dos series que, aunque muy distintas en forma, se conectan en un punto esencial: la inquietud por lo que nos está pasando como sociedad frente al crecimiento tecnológico y el retroceso emocional. Me refiero a Adolescencia, una producción británica reciente que desarma con su sencillez y profundidad, y a Black Mirror, esa ya clásica distopía contemporánea que, más que ciencia ficción, parece crónica del presente.