CAMAGÜEY.- El silencio y la calma son abrumadores e incluso tienden a impresionar a los que visitan una de las instituciones educativas más conocidas en la provincia. En el centro mixto Máximo Gómez Báez ya no se escucha el bullicio de los cientos de estudiantes que caminaban por los pasillos. Ahora cambiaron su objetivo de enseñar y educar para la vida, a cuidar vidas.

Desde el 3 de febrero de este año, la escuela funciona como centro de aislamiento de contactos de casos positivos asintomáticos de la COVID-19. En las 13 residencias destinadas a ese fin pueden acoger a 312 personas, al modificar los espacios para solo ocho capacidades por cubículo.

Concuerdan todos en que allí el trabajo es difícil y dinámico. La jornada inicia temprano con el proceso de entrega de guardia. A las 8: 00 a.m. comienzan el pase de visita con el fin de evaluar el estado clínico de los pacientes. Durante el proceso, enfermeros y estomatólogos toman la temperatura y revisan los signos vitales de los ingresados, acción que repiten cada seis horas.

Unido a ello, el mismo personal realiza los PCR, prepara las altas del día, actualiza los datos y en la tarde-noche recibe a los nuevos ingresos, generalmente más de 50 personas.

Y aunque los médicos en la Zona Roja no superen en su mayoría los 30 años, la serie-dad para el trabajo demuestra que proteger a otros es su vocación. “Estimula a quienes tenemos más edad sabernos relevados por profesionales tan comprometidos con la salud. No han sido pocas las veces que he llegado al amanecer y ellos, con grandes ojeras por no dormir, siguen sentados en su local llenando historias clínicas”, dijo Fernando José Estévez Cabrera, director del centro de aislamiento.

LA ESCUELA NUNCA CIERRA

De perfecta catalogó el doctor Fernando la labor del grupo de apoyo integrado por profesores del Instituto Politécnico de Informática (IPI) y del preuniversitario urbano. Con la directora del IPI, María del Carmen Martínez Alarcón, al frente, los muchachos se encargan a tiempo completo del aseguramiento dentro de la Zona Roja. Todas las actividades de alimentación, procesos de limpieza e higienización pasan por sus manos.

Estuvieron incluso antes de la apertura. Fueron ellos quienes convirtieron los dormitorios de los alumnos en espacios seguros para el aislamiento de camagüeyanos sospechosos.

“Les garantizamos el agua caliente a los bebés, ayudamos a comer y bañarse a los ancianos, les acercamos los alimentos, etc. Entramos y salimos tantas veces de los dormitorios que ya los pacientes nos confunden con los doctores”, comentó María.

Afuera tampoco descuidan la atención a los estudiantes que continúan el curso escolar desde sus casas. En ese sentido y con la experiencia de la etapa anterior, el resto del personal docente emplea las tecnologías para lograr el contacto diario con sus pupilos. De forma digital aclaran dudas, orientan guías de estudio y comprueban la correcta visualización de las teleclases y asimilación de los contenidos.

Unido a ello y cumpliendo todas las medidas de protección, explica Eduardo Navarro Ferrer, subdirector general del “Máximo Gómez Báez”, los profes viajan a la finca agrovocacional una vez por semana para apoyar las actividades agrícolas. Su aporte permite abastecer una parte de la alimentación del propio centro de aislamiento.

RÉPLICA A MENOS DE 10 KM

Casi al otro extremo de la ciudad, separados por menos de 10 kilómetros de distancia, en la Facultad de Enfermería Pham Ngoc Thach, también se percibe un silencio que aparenta tranquilidad, pero no es así.

En su interior cuidan a contactos de confirmados, sobre todo niños, embarazadas y adultos mayores impedidos físicos.

De acuerdo con la doctora Noandra Ávila Montero, coordinadora del centro, cuentan con 38 capacidades distribuidas en tres dormitorios y literas separadas a más de un metro de distancia.

“Por lo regular tratamos de ubicar en los mismos cubículos a las familias que ingresan. Así se garantiza que la estadía sea lo más grata posible y una menor contaminación con los demás en caso de resultar positivos”.

El equipo que trabaja en la Zona Roja está formado por un médico general integral o residente de la especialidad y un estomatólogo. Completan el team enfermero, pantrista y auxiliar de limpieza, que generalmente son parte del personal de la Facultad de Tecnologías.

“En el caso de adultos mayores encamados que hemos tenido vienen con su acompañante; hasta el momento no se ha presentado el caso de ninguno solo, pero si ocurriera contamos con personas capacitadas para hacerse cargo de su atención y cuidado”, agregó Ávila Montero.

Explica además que, por ejemplo, cuando llega una mamá con su bebé, enseguida se le pregunta cómo le prepara la leche o la comida, cuáles son las costumbres del menor y teniendo en cuenta las posibilidades, se les trata de hacer igual que en casa para que no se sientan lejos.

Así lo confirmó Ernesto González Pérez, paciente de Ver-tientes, quien ingresó como sospechoso junto a su esposa y los mellizos de un año Néstor y Neidys.

“A los médicos y al personal de servicio les he repetido varias veces que el trato ha sido maravilloso. No tengo quejas de ninguno. Su preocupación por todos ha sido especial y estoy muy agradecido con ellos”.

Como él son muchos los que aplauden los esfuerzos. Saben que el país pone los recursos posibles para minimizar los daños ocasionados por la pandemia.

Más de uno sugiere mejorar el sistema referido a la comunicación entre la provincia y los municipios. Los retrasos en la información de los resultados de los PCR preocupan a quienes pudieran estar fuera de peligro. Como tantas veces confían, saben que sus vidas están en buenas manos.