CAMAGÜEY.- Han pasado apenas cuatro meses de una de las informaciones que con más placer publicamos este año: la desinfección total del hospital docente clínico quirúrgico Amalia Simoni después de igual cantidad de tiempo en constante cara a cara con la muerte.
Entonces, el director de la unidad asistencial, Dr. Eduardo Rivero Peláez, dijo a Adelante Digital que habían sido solo 100 las camas ocupadas aunque “se acondicionaron unas 300 capacidades y se cerró la totalidad de los servicios médicos, para poder asumir, con el menor riesgo posible, la mayor cantidad de contagiados y sospechosos de Camagüey y de Ciego de Ávila”.
Septiembre cambió el panorama. El rebrote de la COVID-19 cercaba Camagüey, que sin casos positivos en ese momento, comenzó a alistar y reorganizar su sistema sanitario para atender a los pacientes de la provincia vecina.
“Ya han pasado por aquí más de 400 pacientes, en su mayoría de Ciego. En la sala A tenemos sospechosos y en el resto del hospital los confirmados según la gravedad y la sintomatología. Esta vez solo hemos usado cinco camas en Intensiva y ninguna de las 21 de Intermedia, de las que solo funcionarían 18 por protocolo de seguridad para la atención adecuada a los enfermos. Así los distribuimos en moderados de alto riesgo, aquellos que tienen alguna comorbilidad (como neumonías o infecciones pulmonares y bronquiales) y son mayores de 65 años, las embarazadas y aquellos que tienen enfermedades crónicas no trasmisibles”.
Durante nuestra visita, a finales de la semana pasada, el galeno nos aseguró que en el día habían entrado más de 100 ingresados desde Ciego de Ávila, “no ha sido el día más fuerte de esta segunda etapa”.
Nunca antes tantas veces los medios de prensa, este medio de prensa, había visitado repetidamente el ‘Amalia’. Este año cambió la balanza y la vida, y el calendario se ha definido dentro de las salas más estériles, de los ambientes de laboratorios…
En este tiempo los hospitales han cambiado. Prima el silencio. Los salones abiertos no están desbordados por la gente. Nadie va de un lado a otro buscando un resultado de las pruebas diagnósticas, ni fuma en el patio con un Trastorno Obsesivo Compulsivo de ansiedad. Los médicos no caminan apurados por los pasillos ni hay quienes los llaman como la familia de toda la vida, en ese vínculo casi sagrado, invisible, que se crea con quien te salva.
Y eso ocurre a diario en ‘Amalia’. Se salva como modo y no como medio de vida. Pasa. Pasa aunque no se vea, aunque haya una línea roja que separa la hermosa heroicidad que no se creen hacer de la mirada curiosa. Llegar hasta allí incluye un cambio de ropa, varios protocolos y sortear el nerviosismo del doctor Eduardo que conoce el desenfado de la prensa.
Con los ojos, con las palabras, mil veces antes nos dijo el “no” más paternal posible, una palabra corta que decía tanto… su gente está detrás de los cristales, arriesgando la vida como juraron hacer por otros la primera vez que usaron sus batas blancas. Durante esos 14 días, y así en cada ciclo, no duerme —lo corroboran sus ojeras. En cada visita que hacemos la ansiedad lo delata cuando nos dice la cantidad de médicos, asistentes y enfermeros que están en Zona Roja, es fácil descubrir que no son un número para él, su temor se multiplica cada vez que un equipo de prensa pide entrar.
Por eso levanta el teléfono y comunica con la sala C, cuando escucha la voz del otro lado respira con el alivio de quien sabe podrá “seducirnos” y logra que así, cómodamente sentados, desde una oficina a más de 100 metros de donde por quinta vez en esta rotación hacía guardia conversemos con el Dr. Yosbel Hidalgo Dieppa.
La presentación del director incluía su especialidad en medicina interna, su posición al frente del servicio y el hecho de haber atendido al primer confirmado en la provincia en marzo. Su rostro circuló en una de nuestras ediciones especiales de entonces, cuando aseguró “lo que hacemos no es para tanto”.
Ni sus credenciales, ni sus palabras hace unos meses descubrían lo que su voz: el peso de la escafandra, el N95, la careta, el piyama… ralentizaba su tono, pero no la firmeza de sus palabras. Casi con dulzura aseguraba estar donde debía —un poco creo que era una respuesta para calmarme a mí—y haber aprendido mucho en estos meses en los que el conocimiento se adquiría a diario, al lado del enfermo”.
Pregunto por ejercicio y lo que dice me sorprende más que los 42 días de trabajo: su juventud con solo cuatro años de graduado de médico y dos de especialista. “¿Qué puedo decirle?, dirijo a mis profesores, eso es un reto.
“Esta es la tercera vez dentro, y la quinta guardia de esta rotación. Ahora conocemos más del virus, hay más confianza, ya pasó el miedo del inicio, pero no descuidamos los protocolos de eso depende que nos cuidemos todos. Además, es un compromiso con la familia que solo nos pide eso”.
“Así como el hospital cambió su rutina en 48 horas, señaló el Dr. Rivero Peláez, lo hizo el personal. Esta vez el que no pudo alistarse para atender a los confirmados pues fue a apoyar a otros hospitales, a dar docencia, a la extensión hospitalaria de la ‘Vocacional’... Nadie que pudiera hacer algo quedó sin una tarea.
“Ya más de más de 150 trabajadores entre médicos, enfermeros y personal de servicio han traspasado las fronteras Para el próximo equipo nos entran más de 25 graduados de Medicina General Integral para apoyar la atención. Ninguno de los nuestros se ha enfermado, eso es fundamental. Aquí seguiremos hasta el final, hasta que el último cubano se incorpore sano a la sociedad, así lo hicimos antes y dejamos la varilla alta. No esperábamos tener que saltarla de nuevo en tan poco tiempo, pero sabemos que nuestra misión ahora es esta”.
En ‘Amalia’ nace la esperanza
Este noveno mes fue uno de primeras veces. Hasta cinco embarazadas han pasado su experiencia siendo positivas o sospechosas en la instalación sanitaria.
“Nunca antes en ‘Amalia’ tuvimos grávidas, y mucho menos nacimientos. La estrategia estaba definida desde que llegaron al centro, pues durante toda la pandemia los especialistas que no estaban aquí han prestado interconsultas y el equipo para asumir este acto estaba listo, además de tener a tiempo completo aquí con ellas un residente en obstetricia”.
Foto: Cortesía del Dr. Reguald Tamayo Castro
David Alejandro Hernández Mesa, de padres avileños, nació en Camagüey. Reguald Tamayo Castro fue el especialista en obstetricia, con 16 años de experiencia, a cargo de la cesárea.
“Sabíamos que en cualquier momento nos podían convocar. Por eso en cada guardia se había designado el miembro del equipo que asumiría el caso de presentarse. Ese día antes de salir de casa me dijeron que debía estar listo para entrar al salón”. Un PCR negativo de la madre pudo haber distendido la seguridad pero todas las medidas fueron tomadas “no solo era una protección para nosotros sino también para el bebé.
“La paciente, de 25 años, tenía 37 semanas de gestación y tras presentar malas condiciones cervicales para el parto transpelviano con una ruptura prematura de membrana de 42 horas decidimos proceder a realizar una cesárea.
“Imagínese, hicimos la operación en el tiempo acostumbrado, unos 40 minutos, pero agréguele a la práctica los ‘trajes de cosmonautas’, el bañar al recién nacido en agua tibia para que no le quedara ni una gota de sangre, la desinfección con cloro de todo”.
El Dr. Tamayo viaja a diario desde Bidot hasta el “Ana Betancourt” para traer vida al mundo, hace unas semanas también trajo la esperanza, algo que no dice mas su sonrisa lo delata “una experiencia única. Ya se fueron de alta y están bien los dos. Hablo todos los días con Lesdianis, la madre, y estoy al tanto porque ese bebé también es mío”.
Confirma cada una de sus palabras con su mano izquierda tocándole el pecho, la primera vez que la sacó del bolsillo que hurgaba nervioso (ese nervio de humildad que aflora en quienes hacen lo que deben sin fanfarrias), mientras conversamos a distancia en el parque del motel Caonao donde pasó el aislamiento de rigor.
“No teníamos que hacer 14 días porque la mamá estaba negativa al momento de la cesárea. Ahorita ya voy para la casa, estoy loco por llegar, pero si hace falta vuelvo”.
Y volver es quizás el verbo que más repiten quienes saltan varillas, salen y regresan, cambian posiciones de trabajo, y se unen en un gran hospital para sanar y salvar.