SIBANICÚ, CAMAGÜEY.- El Entronque dista unos 20 kilómetros de la fábrica de azúcar Siboney, en este municipio. Pese al estado de los caminos, la severa sequía y sus suelos casi totalmente de secano, esa base productiva cañera cumplió con la producción contratada con la industria en la presente zafra, y superó en unas 9 000 toneladas las 42 000 pactadas.
En los lindes del caserío Santa Martha comienzan las primeras plantaciones de esa productiva y diversa Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) de AzCuba, cañaverales de seis cortes que mantienen una vitalidad de soca o retoño en sus poblados plantones. Detrás del corte mecanizado hasta la venidera siega, la atención cultural no les falta. En cualquiera de las 1 672 hectáreas dedicadas al cultivo se aprecia pulcritud, aunque nada más pueden irrigar unas 22 con aguas del río Sevilla.
Aleisey Carmenates Llanes, administrador de El Entronque, aseguró que la sostenida atención cultural a la caña con los recursos disponibles, en primera acción liberarlas de malas hierbas, les ha permitido cortar y enviar para el central Siboney más de 51 000 toneladas en el período fijado de la cosecha; además, estiman unas 50 por hectárea, logro que pretenden incrementar para la contienda 2020-2021, con no menos de 195 nuevas hectáreas de la gramínea plantadas en las campañas de primavera y frío, labores en las que están enfrascados paralelamente siembra y preparación de la tierra.
“Comida para almorzar y para llevar...”
Aleisey demuestra sobre el escenario agrícola que no solo viven de caña sus trabajadores, aunque esa economía resulta vital para ellos, la provincia y el país. También dedican 90 hectáreas al desarrollo de cultivos varios con preferencia para aquellos como el ajonjolí, que le proporciona el aceite para todo el año, el maíz, la calabaza (intercalados), el boniato y el frijol de rápidos acopios, sin desatender los platanales y “yucales”, la crianza de animales con plantas proteicas y residuos de la misma agricultura, garantes del sustento familiar de los 169 agrícolas-cañeros, independientemente de los resultados agrarios en lotes y áreas de autoconsumo.
Como delegado de la circunscripción No. 22, Aleisey ve el presente con luz larga y el futuro siempre inmediato, porque los campesinos de El Entronque y los habitantes del caserío Santa Martha, se “entroncan” en 262 viviendas donde residen 826 personas.
“Ambas comunidades y la UBPC son una familia. Para nosotros cualquier problema o atención a la escuela 30 de Noviembre, el consultorio, la tienda, el agua, la electricidad… son prioridades. Integramos esfuerzos y recursos para resolver las dificultades. Claro, el apoyo para producir más
y mejor, y elevar el bienestar siempre será bienvenido”, opinó el también diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Nos guío por la vaquería y el centro de ceba de toros descendientes genéticos de las vacas propias que llegaron a producir en ordeño siete litros per cápita con pastos y plantas proteicas.
“Es fuerte la actual seca, no llueve… y no podemos cumplir el plan de entrega diaria de leche”, se lamenta Aleisey, con la mirada puesta a unos 800 metros por donde cruza sus aguas el río Sevilla. Por falta de un sistema de riego con mangueras, y no poder cavar un pozo cercano por sus medios por lo profundo del manto freático, nunca han podido llenar un tanque elevado aledaño ni disponer de agua para incrementar y mantener los sembradíos de “king grass”, titonia, moringa, morera… afectados por la aridez a pocos pasos de los corrales pecuarios de El Entronque.
“Naves y colores ahuyentan el virus”
Aunque todos andan con nasobuco y dondequiera hay agua jabonosa y cloro para desinfectar las manos y las suelas de los calzados, la vida en esta UBPC transcurre casi normal. Sus trabajadores pintan locales administrativos, hermosean el taller y cuantas instalaciones rodean la base productiva cañera y agropecuaria.
Tienen “hoteles” listos para los conejos y gallinas ponedoras prometidos, dentro de las espaciosas naves metálicas pintadas de azul y rojo con techo, bien asegurado, de tejas de fibrocemento.
Visitamos el lote cañero No. 2 Bazán, que gestiona su propia “comida”, pero antes anduvimos por las áreas en desarrollo de los cultivos varios. A pie de surco germinado e intercalado, el joven de 31 años, Yordanys Pérez Fumero, jefe de producción, contó su gozo por ser la mano derecha de Aleisey en el trabajo, y sus sueños de estudiar Agronomía para aportar más.
Azadón en ristre, bajo el fuerte sol, la obrera agrícola Arminda Carmenates Robles, una de las cooperativistas de AzCuba, aseguró el jueves último que celebraría el Día Internacional de los Trabajadores en el surco porque sabe su utilidad y la importancia de producir alimentos para el pueblo. “Y en mi casa pondremos una bandera cubana”, dijo alegre.
Y porque ellos baten palmas en las noches con manos callosas en homenaje a las batas blancas, no notaron que esos prolongados aplausos también honran a quienes desde la vasta llanura agrícola producen alimentos para la nutrición de un pueblo amenazado por ese virus mortal que hace estragos por el mundo.