CAMAGÜEY.- Solo unos meses antes en ese mismo lugar funcionaba el canódromo de La Habana y miles de pesos cambiaban de manos tras cada carrera de galgos. Así fue hasta el día en que el Gobierno Revolucionario decidió transformar la instalación en un complejo deportivo llamado Eduardo Saborit.
Pero el cambio de uso nada representaba si no venía acompañado de transformaciones similares entre los protagonistas de la confrontación atlética. Para dar a luz a esos nuevos campeones surgirían los Juegos Escolares Nacionales.
La novedosa competición era una idea que había venido cobrando auge a causa de las transformaciones educacionales ocurridas luego del primero de enero de 1959. A la vuelta de poco más de tres años el país había duplicado el número de sus alumnos de primaria y superado los 200 000 estudiantes en la enseñanza secundaria.
Tan amplia cantera de talentos sería la base del nuevo sistema deportivo cubano, que había dado sus primeros pasos con la Serie Nacional de Béisbol, un año antes.
Aquella tarde del 22 de agosto de 1963 Fidel expondría el fin último que tenía el nuevo programa atlético: "si reunimos en cada joven la condición de ser un buen atleta, y al mismo tiempo un buen estudiante (...) estaríamos logrando (...) una generación magnífica, una generación mucho más preparada y apta para la vida en todos los conceptos que las generaciones anteriores".
Pero ese encuentro no marcaba el comienzo del camino. Antes de encontrarse con el Líder Histórico de la Revolución, los pequeños campeones habían cumplido un extenso programa competitivo, en el que llegaron a tomar parte más de 60 000 niños y adolescentes. De entre ellos emergieron cerca de 3 400 atletas que representaban a las seis provincias de entonces y al incipiente sistema nacional de becas.
El calendario de los primeros juegos incluyó competiciones de ajedrez, atletismo, baloncesto, béisbol, fútbol, gimnástica, natación y voleibol, con los atletas agrupados bajo dos categorías: menores de 13 años y menores de 16.
Sería el primer paso de una transformación radical en todas las instancias del deporte cubano. Menos de una década después, en 1973, Camagüey acogió por primera vez algunas de las competencias programadas. Ya para entonces los juegos se habían convertido en un verdadero espectáculo nacional y sus primeras "cosechas" rendían frutos en certámenes internacionales.
Recuerdos de primerizos
Eduardo Bardina Peralta, jugador del equipo sub-13 de baloncesto de Camagüey:
"De los primeros juegos lo que más recuerdo es la masividad. Todavía no existían los centros de alto rendimiento y todas las competencias se realizaban en las escuelas y los barrios, con la animación de nuestros mismos compañeros de clases. Dondequiera había una cancha o un campito de fútbol y de pelota, y sobre todo, abundaban los profesores sin mucha preparación teórica pero dedicados en cuerpo y alma. Sin "Bebo" Marrero o Mola o Arteaga, entre muchos otros, esta provincia no hubiera tenido los resultados que después tuvo.
"Y estaban los implementos; cualquier equipito de barrio tenía más pelotas y guantes que los de ahora de mayores. Era una época en la que había mucha rivalidad. Para llegar a La Habana nosotros tuvimos que jugar bien duro contra otros barrios, ir a municipios que eran muy fuertes, como Florida, Ciego de Ávila y Morón. Noche por noche se jugaba en el auditorio, fin de semana por fin de semana se llenaban los terrenos de la zona donde ahora está la Polivalente o donde después se construyó la fábrica de refrescos. Los juegos no eran nada más los que se veían en La Habana durante las vacaciones, sino que se extendían a lo largo de todo el año".
Roberto Ponce Fuentes, licenciado en Cultura Física y Deportes, especializado en voleibol:
"Para mí, los Juegos Escolares fueron el inicio en el aporte de atletas de alto rendimiento camagüeyanos a los equipos nacionales, así como entrenadores y árbitros.
"Los Juegos anunciaron una Cuba nueva en el deporte, con una participación masiva y nunca vista, y propiciaron un fuerte desarrollo del voleibol en nuestra provincia. Gracias a estas competencias tuvimos atletas como Mireya Luis, Mercedes Pomares y Libertad González, por solo mencionar algunas de las mujeres. Si hablamos de los hombres no se pueden quedar fuera Emiliano González, Leonel Marshall, los hermanos Sarmiento y Orlando Samuel. También de aquellas hornadas salieron entrenadores tan talentosos como Eliseo Ramos, Enrique Larrazaleta y Cándida Jiménez, y árbitros internacionales del nivel de Enrique Pérez Dorta, que han puesto en alto el voleibol cubano en la esfera internacional".
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