CAMAGÜEY.- El guantanamero Juan Carlos Tavío es un buen hijo del Camagüey. Aquí vivió ocho meses enrolado en la producción de la película El Mayor, del difunto Rigoberto López; e hizo amigos que se convirtieron en parte del equipo de realización de Rojo, su ópera prima como director.

Con el proyecto de esa obra, el año pasado ganó el pitching de ficción La Imagen del Almacén, y ahora regresa para ofrecer la premier mundial del cortometraje de doce minutos, donde cuenta la historia de una diseñadora protagonizada por Yuliet Cruz.

“Estrenar aquí es un compromiso moral, porque Camagüey me dio la oportunidad. El Mayor fue el impulso. Ver todo el proceso de una película grande con tantos recursos me dio el empujón. Terminando la película cerré la idea del guion. Armé la carpeta con las productoras Yanara Kamila y Claudia Bueno. En lo visual me fue fácil, todo parte de mi imaginario. Se me conoce por director de arte, porque en la Universidad de las Artes estudié diseño escenográfico”.

A partir del premio, ¿cómo fue tu relación con el Icaic?

─ El premio fue placentero porque es mi primer guion. La respuesta del Icaic fue temprana. Como al mes de ganado el pitching ya teníamos el dinero en la mano. Empezamos con lo que nos dieron, pero queríamos llevar a la cámara algo fastuoso. Después ganamos la beca El Reino de Este Mundo, de la Asociación Hermanos Saíz. Tampoco nos alcanzó. El Almacén da una oportunidad, pero no alcanza para como están las cosas. En la técnica se te acaba el dinero.

¿Fue reñida la “pelea” entre el director de arte y el director que habitan en ti?

─Me causó problemas en el rodaje. Las productoras estaban detrás de mí porque “un director tiene que estar descansando en su casa”. Nunca seré ese tipo de director. Uno debe estar en los procesos. También mi doble condición me salvó. Encontré soluciones por mi background de especialista. Lograr contar con imágenes y sin diálogo depende de mi ingenio como director de arte.

¿Nos adelantas parte del arcoíris que sigue a Rojo?

─Trabajo una secuencia de cortometrajes que hablan sobre la vida de los artistas. Si empecé a escribir y a dirigir es porque lo que yo quería dirigir nadie lo estaba escribiendo. Después de Rojo concebí Azul, dedicado a una actriz; Dorado, a una modelo de pasarela de alta costura; y Gris, a un escultor. Me interesa contar la historia de la figura consagrada que también se enfrenta a miedos, al día a día, a la presión del público porque ha ganado el premio. Siempre tengo víctimas, y dentro de lo que escribo, el artista termina siendo la víctima o el cazador. Toca a nuestra generación contar diferente.