En medio de algunas de las más difíciles jornadas de los tensos últimos años, la Patria nos convoca nuevamente. Por Cuba y por el futuro que edificamos desde el presente volveremos a las urnas el próximo 27 de noviembre.

Con el voto por esa persona del barrio que como delegado de circunscripción nos representará en las más trascendentales decisiones, estaremos asegurando la continuidad del proceso revolucionario, de la construcción del socialismo como alternativa para defender desde el humanismo, la equidad y la justicia social; los intereses de las mayorías, con la mirada y el corazón en los más humildes.

Nuestro sistema democrático, justo como pocos y vilipendiado como ninguno en el mundo, se sustenta en el poder verdadero del pueblo, que nomina y elige a sus representantes en la barriada o batey donde vive, les pide cuentas y los revoca, de ser necesario.

Con las elecciones municipales, primer eslabón del proceso electoral establecido cada cinco años, se constituyen las asambleas del Poder Popular locales y su dirección. Resulta este el preámbulo para las elecciones nacionales en las cuales son elegidos los diputados al Parlamento y, entre ellos, las direcciones de ese órgano y del Consejo de Estado, el presidente y el vicepresidente de la República.

Como paso inicial de ese trayecto, habremos de proponer desde el viernes 21 de octubre a las personas con más méritos y disposición de hacer, de darse a los demás sin otra motivación que el avance de esa nación a pequeña escala que es la comunidad.

¿A quiénes nominamos ahora para elegir el 27 de noviembre? Pues a la gente del barrio, al muchacho que hemos visto crecer y desborda entusiasmo en cuanta actividad se organiza; al chofer o la científica, que trabajan mucho, pero siempre están si de resolver un asunto de la cuadra se trata; a la campesina de verbo tan franco como su sonrisa, que denuncia lo mal hecho pero no hay quien le toque “su” Revolución; al jubilado que no se cansa de proponer alternativas ante los problemas...

Los delegados que resulten electos entre los candidatos de cada circunscripción (pueden ser desde dos hasta ocho) decidirán, como integrantes de las Asambleas Municipales del Poder Popular, la estrategia de desarrollo de la localidad, el plan de producciones y servicios, el destino del presupuesto, las obras sociales, los beneficiados con subsidios… Dos de esos delegados que ahora elegiremos ocuparán la presidencia y la vicepresidencia del municipio, y otros hasta el 50 % del total de diputados.

No estaremos asistiendo, entonces, a una reunión cualquiera los días que vienen. La asamblea de nominación, a la que deben acudir todos los electores y no uno por casa como hacemos en ocasiones ante otras convocatorias, deviene el paso más importante de las jornadas electorales como espacio primario para la participación popular directa. Allí se demuestra en verdad que el poder en Cuba nace de sus raíces, de la voluntad de la ciudadanía.

En medio de una profunda crisis económica, que nos agobia con escaseces cotidianas y pone a prueba nuestra resistencia e iniciativas, no faltarán los llamados al desánimo, a la apatía, los intentos de descrédito y de boicot. Ni delegados ni presidentes solos resolverán los acumulados problemas materiales, pero únicamente avanzaremos hacia esas soluciones con soberanía y justeza si mantenemos el poder popular como pilar esencial de la nación.

“Nuestro sistema político, que consagra el poder del pueblo, es la principal conquista que debemos defender”, nos dijo Fidel con esa claridad que todavía nos guía en las horas difíciles.

Comandados por él y su ejemplo infatigable, acudamos a la convocatoria de la Patria. Nominemos a los más comprometidos con el país y con su gente, votemos por la Revolución, elijamos a Cuba.