CAMAGÜEY.- Durante los días 5 y 6 de noviembre volveremos nuevamente a la carga en la Asamblea General de las Naciones Unidas con la presentación del proyecto de resolución de condena al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos de América contra Cuba.

Esta será la 28 ocasión en la que los integrantes de la Asamblea deberán pronunciarse acerca de este engendro de la política estadounidense contra la Isla con el cual desde el mismo triunfo de la Revolución, el 1ro. de enero de 1959, han pretendido rendirla por hambre y falta de medicamentos e impedirle su desarrollo económico y social.

En las 27 ocasiones anteriores la condena al bloqueo ha sido casi unánime con la excepción, es lógico, de los Estados Unidos, su incondicional Israel y alguna otra pequeña nación que se ha visto obligada ha prostituir su voto ante las amenazas y presiones recibidas del convicto, por lo que en esta ocasión es de esperar que la historia se repita, a pesar de las diatribas de Trump en el segmento de alto nivel de la ONU donde en una hipócrita intervención invocó sus deseos de paz mientras arremetía contra Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros que son también victimas de su política agresiva.

No obstante, Cuba volverá a denunciar ante las sesiones del organismo internacional los graves daños no solamente económicos ocasionados al país, sino a las adversidades y privaciones a que se han visto sometidos los cubanos en todos los campos de la vida nacional y sobre todo en el campo de la salud, donde las afectaciones no han sido más sensibles gracias a los esfuerzos que ha hecho el Gobierno por minimizarlos a los extremos.

Estoy convencido de que difícilmente se encuentre otra nación de este planeta que haya sufrido un bloqueo casi total, el más largo de la historia contemporánea, durante el cual las afectaciones económicas suman más de 900 mil millones de dólares y donde solo desde abril del 2017 a marzo de 2018 la cifra sobrepasa los 4 321 millones de pérdidas en prácticamente un año.

De nada ha valido que los organismos de la salud cubanos hayan cursado solicitud a las empresas norteamericanas de medicamentos que solo ellos producen para salvar vidas humanas, o tecnologías, reactivos de todo tipo o modernos equipos, pedidos que han recibido la callada por respuesta o simplemente alegan que el bloqueo les impide suministrarlo.

El entramado de legislaciones que tratan de justificar la agresividad de los sucesivos gobiernos norteamericanos contra la Isla se fundamenta en la Ley de Comercio con el Enemigo aprobada en 1917 y que Donald Trump acaba de ratificar por un año más, la cual le otorga al presidente la facultad para restringir el comercio con países “hostiles” a Estados Unidos y la posibilidad de aplicar sanciones en tiempo de guerra o en cualquier otro período de emergencia nacional y prohíbe el comercio con el enemigo o aliados del enemigo durante conflictos bélicos.

A dicha ley le han ido colgando otras como el Control de Activos Cubanos en 1963, pasando por la Torricelli hasta llegar a la Helms-Burton y su extraterritorial Capítulo III que prohíbe el comercio con otras naciones del orbe, todas con la intención de arreciar el bloqueo y obligar al país a rendirse.

Ahora, lo desvergonzado de esta legislación de comercio con el enemigo dirigida contra Cuba, que es la única nación a la que se le aplica en estos momentos, es que el gobierno de los Estados Unidos no ha declarado ninguna emergencia nacional con respeto al Archipiélago caribeño, no afrontamos un conflicto bélico entre ambas naciones y en todo caso no somos  los hostiles sino ellos que nos bloquean y sin embargo, nosotros no le aplicamos ninguna ley que constituya una agresión a su pueblo para privarlo de bienes y servicios vitales.

En la escalada de los últimos días, después de restringir las remesas que pueden enviar los cubanos a sus familiares en la Isla, en deshumanizado acto, emplearse a fondo para tratar de impedir o limitar al máximo la llegada de combustible al país mediante las amenazas, sanciones y agresivas medidas de todo tipo contra las navieras, gobiernos y buques tanqueros que lo transportan, con la vesánica intención de paralizar toda actividad económica y de servicio que obligue al pueblo a claudicar, lo más inmediato fue la expulsión de dos funcionarios de la Misión Cubana en la ONU con el mentiroso pretexto de que desarrollaron acciones  contra la seguridad nacional de los Estados Unidos al tiempo que restringieron la movilidad de nuestros diplomáticos al área de ubicación de la sede de la ONU.

Para no pocos especialistas, el infructuoso recrudecimiento del bloqueo a Cuba, Venezuela, Irán, Siria y otros fracasos de la política exterior del gobierno de Trump, unido al estancamiento de la economía estadounidense en los últimos meses, convierten a las actuales autoridades en una peligrosa fiera que puede lanzar un zarpaso en cualquier lugar de este mundo en busca de un elemento reivindicador en las aspiraciones electorales de la actual administración republicana en el 2020.

Esperamos que los pronósticos no se cumplan.