CAMAGÜEY.- Se mueven como hormigas, el sonido anuncia que algo bueno pasa. Son las cuatro de la tarde, pero saben que apenas comienza la jornada para ellos. Los controles indican que la presión en las calderas está subiendo, se acercan al basculador los primeros carros cargados de caña luego de la interrupción porque las malas condiciones climatológicas impedían el corte. El enfriadero parece una fuente, todo el mundo está contento, el agua sale y entra como si fuera su fiesta también. Esa noche comenzará a caer azúcar nuevamente en el almacén del central Batalla de Las Guásimas.

En medio de todo ese ajetreo aparece un muchacho de piel curtida por el propio trabajo. Lleva overol y un casco blanco, su nombre es Adonis Venero González, tiene 20 años y para sorpresa de los intrusos en todo aquel ritual, dice: “Yo soy puntista”.

Lo es desde que inició esta zafra, trabajaba en el área de las calderas, pero ante la necesidad de especialistas decidió aprender a darle tamaño al grano de azúcar. Adonis desafía su inexperiencia y piensa que su oficio no es tan difícil como le habían dicho, “solo lleva concentración en lo que estás haciendo”.

Él no se siente futuro, es parte del presente de este ingenio vertientino al que se dedica por entero; posterga otras cuestiones normales para los de su edad. “Es muy difícil, no tengo tiempo para nada, cuando salgo de aquí voy a descansar, acabo molí’o”.

Muy joven también es Leodán Hernández Ortega; sin embargo, esto no le impide pasar más de ocho horas montado en una combinada cortando la caña que necesita el central. Su constancia lo hizo, hace unos días, llegar al millón de arrobas de caña. “Son 12 horas arriba de la combinada, pero aquí lo que hay que hacer es trabajar y más ná’”. Dicen sus compañeros, en broma, que Leodán quiere más a la combinada que a cualquier otra cosa, si pudiera llevársela a dormir con él lo haría sin pensarlo dos veces.

El coloso Panamá también produce azúcar con el sello singular de la juventud. Allí, sobre los hombros de Roelmis Romero Ramírez recae buena parte de las reparaciones que llevan oxicorte en esa industria sureña. Aclara que “en tiempos de molienda nada puede fallar, y si sucede hay que arreglar rápido para que afecte lo menos posible la producción, esa es la mentalidad que tenemos aquí, no importa tu edad o cuánto tiempo lleves en la industria”. Todo eso Roelmis lo combina con su carrera universitaria de Ingeniería de Procesos Industriales. Sabe que mientras más preparado esté, más podrá ayudar a los suyos en la inmensa tarea de la producción azucarera.

“El hombre joven se debe ante todo a la Patria”, dijo Martí, y eso lo saben muy bien quienes día tras día luchan para que no se detenga una industria de años, donde la obsolescencia está a la orden del día; sin embargo, saben que no pueden parar porque hay que sacarle el máximo a cada trozo de caña que entra al proceso productivo.

Lianné Miranda Díaz tiene 19 años; mas durante uno de los turnos del “Siboney” tiene bajo su responsabilidad recopilar y analizar todos los datos que genera la industria, debe saber un poquito de todo lo que se mueve en una fábrica de este tipo. Ella apenas lleva cinco meses en la Sala de Análisis, pero se ha enamorado de su puesto de trabajo tanto como de su novio, también obrero del basculador. Un amor dulce surgido de una misma pasión.

Niuris no cree en fango, tampoco en pica pica, muchas veces tiene que andar con el agua a la rodilla, pero no se arrepiente de ser noviera de un pelotón de corte de caña. “Mi trabajo es sencillo, me gusta y me siento importante, pues yo reparto el combustible para que las máquinas puedan trabajar. Además, debo llevar el control de lo que se consume e informarlo al puesto de mando. Si hay algún equipo roto tengo que reportarlo rápidamente”, explica orgullosa de saberse útil. El “Siboney” no es la excepción, es parte de la regla.

Mujeres y hombres se esfuerzan por echar pa’lante la producción azucarera camagüeyana, conscientes de que sobre sus hombros está el ingreso de divisas frescas al país y sustituir importaciones con los derivados que puedan arrancarles a la caña. Algunos no resisten y se van, es verdad, pero quedan los que sienten que producir azúcar es la fuerza que los mueve. Son el mela‘o de esta zafra joven.