NUEVITAS,CAMAGÜEY.- Educar a un niño no es llenar un recipiente, sino encender una llama. La tarea más noble como adultos es la de guiar a esas pequeñas personas para que, al crecer, sean la versión más luminosa, empática y fuerte de sí mismos. ¿Cómo lograrlo? Con enfoque que va más allá de las notas y las reglas.
Para que sean mejores personas en el futuro debemos modelar el presente. No basta con decirles lo que deben hacer; todo lo contrario, cómo lo hacemos.
Enseñarles a reconocer y nombrar sus propias emociones les permitirán sentir y comprender a los demás.
También motivarlos a ayudar sin esperar nada a cambio es importante. Un simple gesto de bondad hacia un compañero o un vecino es una lección de vida invaluable.
Asignarles tareas adecuadas a su edad les enseña que sus acciones tienen impacto y que la colaboración es vital. Desde recoger sus juguetes hasta cuidar una mascota, la responsabilidad construye confianza y autonomía.
Instruir que el respeto por la diversidad -color, cultura, forma de pensar-, no es una barrera, se considera un tesoro que enriquece el mundo. Un niño respetuoso es un futuro adulto tolerante y justo.
Permíteles equivocarse y animarles a levantarse. Un error no es un fracaso, es una oportunidad de aprendizaje. Esto les dará la fortaleza para afrontar sin miedo los desafíos de la vida.
En esencia, educar para ser mejor persona es acto de amor que se nutre del ejemplo diario. Al sembrar valores con paciencia y cariño estamos preparando a individuos de éxito, a ciudadanos conscientes y felices que harán del mañana un lugar más amable para todos.
