CAMAGÜEY.- Siempre se sintió igual a los demás, nunca vio diferencias entre él y los compañeros de la escuela, aunque más de una persona se empeñara en querer colgarle carteles o etiquetarlo con palabras que ni siquiera conocía.

Le gustaban los muchachos como él, más de un amor platónico marcó su adolescencia -justo como le pasaba a todos los del aula-, por eso no entendió las burlas, los señalamientos y rumores al pasar; era normal y punto.

Y entre esos temores creció, y también los problemas, querían que llevara alguna novia a la casa porque los hombres deben hacerlo, por qué no vas a jugar fútbol como los demás o al estadio, le decía su madre, y el padre se quejaba del paso de los años y la falta de nietos.

Pero nada fue más difícil que sentarse con ellos y hablarles, decirles lo que sentía y cuánto los necesitaba para ser plenamente feliz, pero desde ese día no encontró la misma mirada, sólo el plato de comida en el refrigerador lo saludaba al regresar del trabajo; así no podía seguir.

Dejó el hogar familiar e inició una vida de alquileres fugaces, de relaciones fallidas, de valorar más un cuarto que los sentimientos; etapa en la que aprendió mucho de la vida, conoció personas que no lo juzgaron y amigos con los cuales aprendió a quererse para luego poder apreciar a los demás.

Pensaba que la batalla por la igualdad de derechos de las personas gay, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales era un enfrentamiento entre David y el gigante Goliat; pero cuando llegó el Referendo Constitucional en Cuba se alegró de las múltiples ideas en la sociedad para desterrar la discriminación en cualquiera de sus manifestaciones.

Todos los derechos para todas las personas ha sido desde entonces una máxima para vivir y avanzar, impulso para retomar la relación con sus padres, para ayudar a cambiar los pensamientos estereotipados de las familias y ser la mejor versión de sí mismo.

Sabe que hay mucho quehacer por delante para cambiar mentalidades y hacer entender que las personas no se definen por la identidad de género o la orientación sexual porque son los valores los que hacen de los humanos seres multicolores, y cada tonalidad merece un espacio para brillar.