CAMAGÜEY.- La aparición de la COVID-19 en Cuba afianzado más la sensibilidad de los nuestros. Hay una mayoría que se entristece cuando conoce de una muerte o se alegra cada vez que un paciente retorna al hogar con los suyos; que siente cada parte médico en la voz del epidemiólogo Francisco Durán como un canto a la vida.
Al margen de esa realidad no faltan los indisciplinados —suerte que son minoría— quienes desafían el uso del nasobusco y buscan la una y mil justificaciones. Olvidan que es una de las maneras de cortar la cadena de infestación. Y no solo es traerlo puesto, sino seguir las recomendaciones en su higiene y lavado cuando retornan a los hogares.
Es guardar la distancia, de un metro y medio, entre una y otra persona; lavarse las manos con agua jabonosa e hipoclorito previo a la entrada a un establecimiento comercial o su centro de trabajo. Nadie es inmune.
Hace unos días, en las afueras de un centro comercial citadino, una muchacha se quedó sorprendida de que la señora que le triplicaba la edad entrara al establecimiento a comprar el pan y le hiciera caso omiso a las soluciones higienizantes. Varias personas recriminaron la actitud, pero ella no se dio por enterada.
Siempre hay quien les canta las cuarenta a ese tipo de persona, como a otro señor que llegó al mismo lugar sostuvo, reacio: “Me he lavado las manos como quince veces”. No faltó la respuesta de otro hombre, con toda lógica: “láveselas dieciséis veces. Por usted y por todos nosotros”.
No son las únicas escenas reprochables. Hay quienes andan paseando por la ciudad, como los que vi, en vísperas del Día de las Madres, por la calle Bembeta, de paso del reparto Florat hacia el centro histórico: una pareja osada, que se detuvo a besarse cual si se hallaran el un lecho conyugal. Y el mismo domingo, por esa misma calle andaban sueltos y sin vacunar, un hombre que llevaba, ante los ojos de todo el mundo, una botella de vino, en plena vía pública, y una mujer con un vaso plástico dándose un sorbo. Todo eso sin nasobucos.
De qué vale que los agentes del orden multen a los irresponsables, exijan respeto a la ley y las normas legales, si cuando ellos no están, en nuestros mismos barrios, hallamos tales actos de irresponsabilidad.
Si nos remitimos a las estadísticas, a la cantidad de personas que han contraído el nuevo coronavirus en la provincia y al grado de indisciplinas que atestiguamos, es válido pensar que Camagüey ha navegado con suerte en este mar de turbulencia por la pandemia.