CAMAGÜEY.- Hace unos meses Amauri Chamorro me decía en una entrevista que no se puede hablar de un fin de ciclo progresista, pues para decir que se acabó un ciclo progresista o inició uno conservador alguien debe de usar algún tipo de medidas, normalmente estas vienen dadas a victorias y derrotas electorales de un campo o de otro, “es un absurdo querer medirlo así, porque vivimos en la era de la postverdad”.

En aquel momento, mientras conversaba con Amauri eso me sonaba utópico, pero él estaba seguro de lo que decía y este 20 de octubre Bolivia le dio la razón, la izquierda en América Latina está viva. Es este el principal mensaje que envió el pueblo boliviano al mundo. Los partidarios del Movimiento al Socialismo (MAS) no creyeron en un desgaste de tres mandatos, tampoco se dejaron llevar por los intentos desestabilizadores que abiertamente buscaban impedir la celebración de las elecciones y la pérdida de la batalla legal en busca de una salida al mar para Bolivia, parte esencial de las campañas comunicacionales y políticas de La Paz.

Incluso influencers y youtubers extranjeros ingresaron a Bolivia para activar la “sensibilidad proanimales” en los bolivianos carnívoros, y “vapulear” a Morales (como el pirómano de la Chiquitanía). Muy a pesar que el mundo reconoció a Bolivia (en Morales) su capacidad de resolver con recursos propios dicha “desgracia ambiental”.

Intelectuales, ONG, medios corporativos, se dedicaron a fabricar fake news: “Morales tiene millones de dólares en el Banco del Vaticano” o falacias como esta que no podía faltar: “Evo es dictador y narcotraficante”. “Bolivia vive la peor corrupción de su historia”. “Quiere convertir a Bolivia en Venezuela”. Otra vez el tan cacareado miedo a Venezuela.

Solo por eso la oposición estuvo a punto de forzar una segunda vuelta en la que cualquier cosa hubiera podido pasar. Los votantes, especialmente urbanos, votaron con la “ira de castigar al pirómano Morales corrupto”. Esa artillería no hubiese hecho mella en el imaginario, aún colonizado del electorado boliviano, de haber sido.

La jornada electoral fue tranquila y participativa, pero con una alta manipulación de los sentimientos y emociones de los votantes, en especial de los que votaron por Carlos Mesa, el hombre al que le apostaron todo, sin embargo, nunca debatió propuestas, ideas, programas de gobierno durante la campaña, solo incentivar racismo y odio, eso los pueblos lo castigan.

La dupla de Morales y Linera ha demostrado con creces que Bolivia no tiene porqué ser la cenicienta de América Latina, a pesar de la crisis de los hidrocarburos y la inestabilidad en el precio de las materias primas, ese país es el que más ha crecido sostenidamente en la región desde hace una década. Eso se traduce obviamente en un incremento en los ingresos reales de la gente, los cuales se han triplicado desde que Evo llegó al poder.

El significado de la victoria del primer presidente indígena de Latinoamérica va más allá de su país. Tengan por seguro que representará el viraje en la correlación de fuerzas de la región, desde hace unos años ya dominada por la derecha, Bolivia es uno de los grandes ejes de la integración regional, que la izquierda perdiera hubiera sido un golpe demoledor e irrecuperable. La victoria electoral en el país andino apuntalará la del Frente de Todos en Argentina y de igual manera la del Frente Amplio en Uruguay. Así empezó, a principios de este siglo la oleada progresista en América Latina.

La derecha no se detiene, lo denunció este miércoles Evo, hay en marcha un plan de golpe de Estado, un guion al que ya estamos acostumbrados, cuando no pueden por las vías democráticas se van al golpismo, a atacar los entes electorales, a poner en duda la legitimidad de un proceso, y no puede faltar la palabra dictador, ya Evo Morales es un dictador. Lo mismo pasó en Nicaragua y en Venezuela. Sin embargo, cuando los pueblos se deciden a echar pa’lante se vuelven fuentes de revoluciones y es lo que ha pasado en esos tres países. Por ahora Evo ganó y la izquierda está viva.