CAMAGÜEY.- Fui tu querer llegó a mis manos siguiendo un camino íntimo, cálido, hecho de afectos más que de protocolos. Margarita Polo me lo envió a través de una prima, como quien pasa un secreto querido, y ese gesto cerraba un círculo que había comenzado tiempo atrás.

En 2022 la contacté para solicitarle un texto destinado al periódico Adelante, el mismo medio donde ella trabajó en sus años de formación y donde aún hoy yo ejerzo. Aquel puente, lanzado desde la distancia, traía también el peso invisible de la diáspora.

Porque esta historia —la de un libro que atraviesa fronteras para volver a la ciudad donde nació su autora— es también una historia de la dispersión cubana: de cómo los afectos, las palabras y los recuerdos siguen viajando incluso cuando los cuerpos se establecen lejos; de cómo la literatura continúa siendo un modo de pertenecer.

Nicolás y MargaritaNicolás y Margarita

Margarita ha vivido muchos años fuera de Cuba, pero su obra, ya sea el testimonio riguroso de Mi amigo Nicolás o la intimidad emocional de Fui tu querer, conserva un pulso camagüeyano que el exilio no apaga: lo transforma. Sus páginas regresan como regresan las raíces: sin ruido, pero con una fuerza profunda.

En la respuesta que me envió entonces —un texto donde confesaba que “no creo existan palabras certeras para describir el volver a casa”— confirmaba ese regreso simbólico: volver a la prensa de origen, volver a la memoria afectiva de sus primeras crónicas, volver al lugar donde Nicolás Guillén la reconoció como periodista y confidente.

En esas líneas, publicadas después con el título Con la magia del tiempo, relató un episodio de los años setenta junto al Poeta Nacional. No hablaba desde la monumentalidad, sino desde la cercanía humana: del hombre que la sorprendía en el aeropuerto, que la buscaba con complicidad, que le confiaba el manuscrito del poemario Por el mar de las Antillas anda un barco de papel, como quien entrega un tesoro a alguien en quien cree.

Ese vínculo —hecho de respeto profesional, afecto y confianza— revela una faceta de Margarita que vale la pena subrayar antes de adentrarse en su novela. Resulta particularmente interesante leer Fui tu querer en contraste con Mi amigo Nicolás (2010), su libro testimonial y de investigación sobre la enfermedad y la muerte de Nicolás Guillén.

Allí, Polo demostró rigor documental, disciplina de archivo y un respeto afectivo hacia la figura del poeta, revelando al hombre detrás del mito a través del cotejo de fuentes y la lucidez del recuerdo. Si aquel libro se sostiene en la exactitud y el método, Fui tu querer (2013) emerge desde otro territorio: el de la imaginación emocional, el de la memoria subjetiva y la vulnerabilidad hecha literatura. Ambas obras, sin embargo, comparten un mismo pulso: la necesidad de comprender al ser humano, ya sea desde la vida real o desde la ficción.

Con este contraste, se aprecia aún más la habilidad de Margarita para moverse entre géneros y registros. Fui tu querer es un texto que respira con la autora: su tiempo vital, sus búsquedas, sus silencios. Empezada como cuento en 2002, cuando Margarita aún vivía en La Habana, y transformada durante más de una década, es una obra que respira el tiempo de la autora: el de la madurez, la introspección y la libertad de explorar la intimidad femenina sin pudores impuestos.

La novela se sostiene en la intimidad de la voz narrativa y en la cadencia confesional propia de un diario personal que va desgranando, con sencillez y honestidad, una historia de amor inesperado. Desde su primera página se percibe un tono suave, deliberadamente emocional, que abraza el registro del melodrama entendido en su mejor acepción: la exploración del sentimiento extremo como motor de una historia profundamente humana.

Polo elige una prosa limpia, directa, sin artificios retóricos excesivos, en la que la sensibilidad cotidiana —los deberes familiares, la rutina laboral, la enfermedad, la nostalgia y el cansancio— se transforman en materia literaria. La protagonista, una mujer madura, casada y madre, se entrega al recuento de un amor inesperado que irrumpe desde la memoria de la infancia. La autora trabaja con delicadeza el contraste entre la vida establecida y la vida imaginada, entre la obligación y el deseo, abriendo un espacio donde lo íntimo desafía las expectativas sociales sin estridencias.

El intercambio epistolar da estructura y ritmo, introduce silencios significativos y aporta un aire de “tiempo detenido”, como si la historia se contara desde un refugio ajeno al bullicio exterior. La inclusión ocasional de poemas refuerza esta atmósfera sentimental; no operan como ornamentos, sino como una respiración interna del texto, casi como un monólogo del subconsciente.

Con su tono romántico, el relato se inserta en un entorno social reconocible: precariedad laboral, reubicaciones forzadas, metas productivas incumplidas y angustias migratorias. Polo insinúa —sin convertirlo en tema central— el peso que la estructura social y política de Cuba ejerce sobrela vida privada. En esa discreta intersección entre lo íntimo y lo colectivo aparece uno de los logros de la novela: sugerir lo biográfico sin declararlo, trazar conexiones con la realidad sin colonizar la ficción.

El desenlace, que reconfigura por completo el sentido de la relación amorosa, funciona sin artificio ni escándalo. Más que buscar el impacto, la autora parece interesada en la normalización del deseo entre mujeres maduras, madres y marcadas por la experiencia. La eroticidad desde la ternura. Polo trata la sexualidad femenina, su pasión y su vulnerabilidad, como parte natural del viaje emocional de sus personajes, y esto aporta a la novela una dimensión inesperada que la aleja de la simple novela rosa para situarla en un registro más complejo.

Fui tu querer es, en resumen, una novela sobre el deseo que ilumina, sobre el amor que sorprende y sobre la identidad emocional que emerge cuando ya parecía definida. Es también la obra de una autora cuyo recorrido vital —entre Cuba y Estados Unidos, entre el periodismo y la literatura, entre la memoria y la ficción— le ha permitido escribir desde la perspectiva particular de quien pertenece a dos orillas sin desdibujarse en ninguna.

Margarita Polo, nacida en Camagüey en 1947, a esta altura de la vida y de su obra, confirma que la escritura sigue siendo para ella un acto de verdad. Y este libro, más que una historia de amor, es una prueba de esa fidelidad a sí misma.