En la galería Fidelio Ponce de León, un rostro partido en dos colores —rojo y blanco— sostiene con sus brazos a otros rostros que emergen como hijos o prolongaciones de sí mismo. Una aureola doble, minuciosamente labrada en líneas y texturas, envuelve la escena en un aura que oscila entre lo sagrado y lo humano. Es una de las nueve piezas que aún permanecen en María, la exposición más reciente de Oscar Rodríguez Lasseria, después de que cuarenta obras partieran rumbo a Estados Unidos para nutrir su próxima muestra personal.