A cada rato sentí que a mí, como a cada uno de sus incontables hijos por parte de Patria, el guerrillero caído aquel 9 de octubre me había dejado en la tierra con solo 24 días de nacido y a la postre encargado en la multitud de mi generación, por su hermano Fidel, de enrolarme en una misión imposible: ser como el Che.