“¿La bioquímica, aburrida? Nada de eso, si es un mundo”. Dice Amílcar Arenal Cruz, como si sacara al exterior los más preciados átomos de su alma. Pero la vivacidad de los ojos, mezclada con la sinceridad de la palabra, delata que para él representa algo mayor: un universo. Su historia refleja un romance eterno con la ciencia. Su vida es la aplicación de la ciencia para cambiar la historia.