En los rincones olvidados de la Cuba rural, donde la noche cae sobre pueblos silenciosos y los recuerdos se entrelazan con las estrellas, un camión de cine aún guarda el eco de miles de historias proyectadas en las paredes blancas. Con su cuerpo envejecido, pero fiel a su forma, sigue siendo un vehículo de sueños, un puente entre generaciones.