CAMAGÜEY.- A Amelia Morozo le volvieron a brillar los ojos con el reflejo de la net. Hace poco más de un mes su vida transcurría lejos de los tabloncillos donde una vez fue feliz, pero una llamada telefónica le devolvió el alma al cuerpo.

“La profe Cándida me localizó y me dijo que necesitaba tener una conversación muy seria conmigo. Cuando nos sentamos me aseguró que no permitiría que desaprovechara mi talento y que aunque yo había cometido errores que en su momento empañaron mi quehacer en la cancha, ella confiaba en que he madurado y haría hasta lo imposible porque regresara al deporte”, nos contó en la última jornada del Campeonato Nacional de Voleibol Femenino de primera categoría donde mereció varios premios individuales.

Sin pensarlo mucho, se puso a disposición de la entrenadora que le recibió de niña en la Escuela de Iniciación Deportiva Cerro Pelado. “Los primeros días de la preparación resultaron duros porque estaba pasada de peso y con muchas deudas en el aspecto físico. Poco a poco me puse a tono. Unas semanas después me dijeron que iba a ser la capitana del equipo, responsabilidad que tuve años atrás”, recuerda.

Una de esas tardes, Cándida la sentó nuevamente para darle otra noticia. Había conversado con las máximas autoridades del deporte en el país para que, de merecerlo por su desempeño deportivo, fuera tomada en cuenta para la próxima preselección cubana. “Si Cándida metió la mano por mí, no puedo defraudarla porque no solo me está dando la oportunidad de jugar, también quiere que yo sea mejor”.

La primera respuesta de Amelia ya se vio sobre el tabloncillo del Auditorium Iván Hidalgo Funes: quedó como mejor central del Nacional, líder en bloqueo y estuvo entre las mejores anotadoras y sacadoras. Su liderazgo resultó clave para que su inexperto plantel saliera adelante en los momentos más complicados. “Era la de más experiencia, tenía que cargar con la presión. Las rivales me conocen y saben que me gusta tomar el protagonismo en los momentos tensos.

Esta vez di más de lo que podía para conseguir el oro”, declaró, mientras que el personal médico trabajaba en aliviar el intenso dolor que le produjo una lesión en el pie izquierdo.

En el choque decisivo contra Pinar del Río, colisionó con una compañera y cayó al suelo torciéndose el tobillo. El marcador indicaba un set para cada equipo y en el público murmuraron con pesimismo. No obstante, Amelia se paró y aun cojeando, quejándose del dolor en cada acción, la vimos defendiendo su terreno como una fiera.

Con su medalla al cuello, la espigada morena del reparto Albaisa, de esta ciudad, espera un llamado desde La Habana. “Ojalá me den otra oportunidad. Sé que los técnicos no dudan de mi calidad como voleibolista, por eso estoy dispuesta a demostrar que las indisciplinas quedaron en el pasado. Lo que más deseo es volver a vestir el uniforme del Cuba y sentir las emociones de las competencias internacionales. Ese es mi lugar”.