Hay hombres cuya sola presencia ilumina una sala, aunque detrás de su sonrisa se escondan dolores y limitaciones. Nazario Salazar, con 84 años a cuestas, enfrenta los desafíos propios de su edad: problemas de movilidad, secuelas de episodios neurológicos y el peso de los años vividos con intensidad. Sin embargo, cuando saluda, cuando extiende la mano o dirige una mirada cálida, parece desvanecerse todo aquello que lo aqueja. Es en esos instantes donde recordamos la grandeza de su generación, la importancia de mirar hacia ellos, de valorarlos profundamente mientras los tenemos entre nosotros.