Oyendo hablar al señor Sebastián Piñera, recién electo presidente de Chile, involuntariamente pensé en aquellos políticos de los partidos tradicionales que en Cuba, antes y después de las campañas electorales, ofrecían cumplir lo que consideraban las mayores prioridades: “casa, camino y escuelas”, y al final de los mandatos ninguna de esas promesas se consumaban.