“En un mortero, y por iguales partes / colóquese porción de todos los oficios, profesiones, / industrias, comercios, religiones, artes./ Se agregan a montón indiscreciones, sentimientos, audacias, hidalguías / virtudes, vicios, llantos, alegrías, / un celemín de natural talento:/ y agregados otras cuantas fruslerías / se pone a cocinar a fuego lento. / Se le hace hervir el tiempo que resista, / por un tamiz de ingratitud se pasa / y se deja secar. ¡Esa es la masa / con que suele hacerse un periodista! / Bueno es tener presente, si proceder se quiere con esmero / y una masa obtener sobresaliente, ./ que en el dicho mortero / de todo puede haber, menos dinero”.
La inspiración es del periodista Manuel del Pino, conocido popularmente como Nipso, cronista elegante de la sociedad habanera de principios del pasado siglo, quien con ingenio nos preparó una masa panadera que desde entonces a la fecha no ha perdido vigencia.
Contrario a otras profesiones el periodista, por virtuoso que sea, no puede ser solo periodista o la vida se le queda a medias. Naufraga en su sapiencia de géneros, estilos y parrafadas dejando en dicotomía sus mejores inspiraciones porque siempre le faltara el complemento necesario. Así que el profesional de la prensa debe agregar otras especias y algo más en su quehacer para estar y resistir. Nos lo expone Nipso en su receta.
Con este argumento de reflexión añeja aprovecho la oportunidad del 64 aniversario de Adelante .para pasar revista a esta apasionante profesión que nunca termina y que se llega a ella casi siempre por vocación romántica más que por acomodo artístico o científico, y aunque tener una base culta es piedra angular en la profesión, no pocos pinos nuevos la lanzan por la borda, cosa lógica si se tiene en cuenta que no siempre se hace realidad la entereza de emprender la aventura social que tenemos por delante.
Con los años y cada cual por su cuentan según su real interés, el periodista generalmente por intuición, llega a recoger aquí y allá retazos de otros saberes sociales o económicos que le sirven como herramientas básicas en la profesión. Es cierto que la escuelas asumen la teoría de la profesión pero la otra universidad, la de la calle, es la que da al periodista las herramientas del oficio.
Ese oficio que falta a los nuevos cuando comienzan creyendo que lo saben todo y a los viejos que se dan cuenta al final de que no saben nada. Por desdicha aun en estos tiempos de tantos vericuetos subjetivismos no pocos consideran que un título bajo el brazo facilita todo el conocimiento necesario. Mortal error. Como el trapecista que se lanza al vacío sin la red de seguridad. La experiencia no es solo un diploma de años colgado en la pared de la vida, sino el cimiento del edificio.
La prensa camagüeyana reconoce en justicia al periódico Adelante no solo como centro docente para las hornadas de nuevos egresados, sino como Aula Magna de una profesión que cabalga en simbiosis de generaciones que desde 1959 ha relevado periodistas ininterrumpidamente en un proceso espontaneo que por más de medio siglo mantienen la comunicación y el intercambio de opiniones con la población. Hace poco me han preguntado cómo son las relaciones en nuestro colectivo entre jóvenes y menos jóvenes a lo largo de estos años. No dudé la respuesta: “Te diré algo; es que el tiempo aquí pasa tan deprisa que apenas nos hemos dado cuenta del tiempo transcurrido”.
Para nosotros cada día como hidalgos enamorados de períodos intrincados en medio de una sociedad nada ingenua, salimos a la calle para exponer a los lectores a través de la prensa la realidad en la que vivimos de forma crítica y directa, de tal manera que sin esquivar la verdad nos permita enfrentar y explicar la realidad a fin de garantizar la supervivencia que desde 1959 a la fecha Adelante ha logrado mantenerse en el frente que de inicio le asignó la Revolución.
Es cierto que todo cambia. En nuestra época los jóvenes periodistas soñábamos con el gran reportaje, con la noticia de última hora y la nota polémica. Hoy, los de entonces, añoramos aquellas redacciones tumultuosas con olor a tinta y las madrugadas junto a la rotativa en espera del primer número salido de la prensa. Hoy, los de ahora, poseen un mayor espacio para la comunicación, un uso múltiple de recursos y un alcance infinito de su presencia periodística.
No hay nada que envejezca tan rápido como un periodista y su oficio. La nota de prensa apenas sale a la calle ya es fiambre. Por eso el periódico, debo reiterar, útil como medio de información cotidiana, concluye en los archivos como libro de texto de la historia humana. Este será siempre su real valor. La TV y la radio dispersan en ondas e imágenes todas esas hojarascas con vida más o menos efímera, pero en Adelante sabemos que el papel impreso queda. Eso puede ser o no una ventaja porque una hoja impresa, y esto le hemos aprendido por años en nuestro colectivo, lo mismo sirve para complicarle la vida a un funcionario público que para envolver una libra de tomates.