CAMAGÜEY.- “Yo siembro papa agroecológica porque no tengo fertilizantes, si no…” Como esta, predominan otras frases en el contexto agropecuario cubano, pues la agroecología ha sido vista como una alternativa ante la falta de recursos y no como un potencial de beneficios para nuestra alimentación y nutrición.
El uso durante muchos años de la agricultura convencional en Cuba ha traído como consecuencias el aumento de la dependencia externa de alimentos y el bajo nivel de autoabastecimiento; la ineficiencia en el uso de la energía, así como la pérdida de los valores y tradiciones asociados a la cultura campesina. Pero los costos ambientales han sido terribles: la degradación de los suelos, las afectaciones a la cobertura forestal, la contaminación, la crítica disponibilidad y calidad del agua, unidos a los efectos del cambio climático.
Cuando confluyen múltiples crisis: económica, energética, climática e hídrica, vuelve a aparecer la voluntad de retomar la agroecología como fórmula, pero ¿conocemos realmente las ventajas de esta?
Según Leidy Casimiro Rodríguez, Doctora en Agroecología, la misma es considerada una “ciencia holística y transdisciplinaria que estudia el funcionamiento de los agroecosistemas desde sus interrelaciones ecológicas y culturales, que provee principios para el diseño de sistemas alimentarios locales sostenibles, resilientes y soberanos. Desde la práctica propone tecnologías para reconversión agroecológica teniendo en cuenta la eficiencia productiva, energética, económica para el logro de la soberanía y la seguridad alimentarias. El enfoque agroecológico permite transformar los modos de vida hacia formas sostenibles y fomenta una agricultura familiar resiliente mediante un vínculo y conocimiento colectivo que se irán fortaleciendo en la producción de alimentos con una calidad superior y socioculturalmente aceptable”.
La Ley de soberanía y seguridad alimentarias en Cuba refrenda en su artículo 50 que las bases agroecológicas permiten, además de la aplicación de una agricultura sostenible, una agricultura de precisión y climáticamente inteligente, en aras de desarrollar los aspectos relativos al manejo sostenible de la tierra y demás recursos naturales. El uso racional de estos, la resiliencia mediante prácticas sostenibles, un manejo integrado de plagas y enfermedades, la reducción de gastos económicos, un mayor empleo de fuentes de energía renovables y la dependencia mínima de insumos externos en el uso y manejo de los suelos, constituyen algunas de las ventajas que pondera la legislación.
TRANSMITIR LOS SABERES
El Movimiento Agroecológico de Campesino a Campesino (MACaC) de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños constituye una potencialidad en el tránsito hacia la agroecología. Alexander Sanzo Olivera, Jefe del Departamento de Proyectos de la ANAP en Camagüey, comparte sus criterios sobre los retos y oportunidades de dicho movimiento en territorio agramontino:
“El MACaC se fundamenta en el intercambio entre campesinos y campesinas para transmitir saberes. En él prevalece una relación entre iguales, con un lenguaje sencillo y entendible. En Camagüey contamos con más de 20 000 campesinos asociados a la ANAP, que constituyen el grupo meta para consolidar el Movimiento; tenemos la metodología bien definida y hemos logrado llevar las técnicas y prácticas agroecológicas de algunos campesinos a otros, mediante talleres, seminarios y conversatorios. Incorporar el 100 por ciento de las fincas al Movimiento representa nuestro principal reto, para así lograr sostenibilidad, soberanía alimentaria y resiliencia climática; además, impulsar el liderazgo de mujeres y jóvenes en estos procesos para generar relaciones más equitativas en los sistemas agroproductivos y continuar desarrollando capacitaciones sobre estas temáticas”.
LOS PASOS Y LAS EXPERIENCIAS
A fines del 2021, la ANAP contaba con más de 22 000 personas promotoras de la agroecología en el país. De estas, 10 250 eran mujeres, lo que constituye un 44 %. Diversos proyectos e iniciativas con enfoque de género buscan apoyar a las mujeres agricultoras para visibilizar y perfeccionar su labor en la producción agroecológica. Como muestra de ello en la provincia se destaca CAPROCA, el cual trabaja en 42 fincas de Guáimaro y Jimaguayú para contribuir a la seguridad alimentaria y nutricional mediante la resiliencia ante el cambio climático.
Doraida García Ponce, productora de la CCS Evelio Rodríguez.Fotos: Alejandro García Gutiérrez/ ColaboradorDoraida García Ponce, productora de la finca La luna, en Jimaguayú forma parte de las mujeres que dentro de este proyecto, transitan poco a poco hacia la transformación agroecológica de sus fincas.
“Me sumé a este largo camino por la necesidad que tenemos de consumir alimentos sanos, además de los beneficios a la salud, la economía y para lograr mayores producciones. Por ejemplo, ya estamos incursionando en cercas vivas, con cardona y piñón florido”.
Las barreras vivas, además de ser menos costosas, sirven como corredores biológicos para algunas especies de aves, insectos, o mamíferos pequeños, contribuyen al bienestar del suelo, mantienen un microclima favorable, las hojas y frutos de algunos árboles pueden ser alimento para el ganado y funcionan como barreras rompe-viento.
“También tengo preparadas las mezclas para aplicar microorganismos eficientes -explica Doraida- que deben restablecer el equilibrio del suelo y mejorarlo, incrementando la producción de los cultivos”.
En la finca La Luna de Jimaguayú se almacena alimento animal para la etapa de sequía.
La lombricultura contribuye al incremento de materia orgánica de los suelos agrícolas, y por tanto a la mejora de su fertilidad, estructura y retención hídrica, previniendo así la erosión y degradación.
Otra de las prácticas agroecológicas que impulsa el proyecto resulta el montaje y utilización del biodigestor, en cuyo interior se produce la descomposición de la materia orgánica para generar biogás, un combustible con el cual se puede cocinar, calentar agua y producir energía eléctrica. El uso de fuentes de energías renovables como molinos de viento, la lombricultura como vía de obtención de bioabonos y la colecta de agua de lluvia mediante canaletas, pendientes y otras formas tradicionales constituyen también parte de las estrategias integrales que deben trazar en las fincas para avanzar hacia la resiliencia.
Sistemas silvopastoriles
Los sistemas silvopastoriles integran árboles, forraje y el pastoreo de animales; mientras que los policultivos incrementan la biodiversidad y estabilidad del sistema. La familia de la finca Las Vegas, perteneciente a la CCS Armando Cardoso en Guáimaro, aplicaron esta técnica agroecológica recientemente gracias a los aprendizajes en las capacitaciones de CAPROCA:
“Asociamos maíz con frijol, plátano con frijol y acelga con tomate; teniendo en cuenta las características de las especies, como la capacidad del maíz para repeler plagas; ahora nos toca registrar, valorar y comprar los resultados. Entre las ventajas del policultivo se encuentra la ayuda mutua de las plantas asociadas, para incrementar las producciones y llevar a la mesa un plato saludable”, argumenta Adialim Vega, maestra y agricultora de esa finca.
El molino de viento de la finca "Dos hermanos" contribuirá al abasto de agua mediante una fuente renovable de energía: la eólica.
LAS PIEDRAS A ESQUIVAR
Esta diversidad de prácticas a utilizar no pueden ser solo acciones aisladas, sino que una finca agroecológica debe concebir todo su sistema con ese enfoque, también como una forma de vida y bienestar.
La política, el decreto-ley y el reglamento para la agroecología forman parte del cronograma legislativo del 2023, con propuestas novedosas como la del turismo agroecológico para dinamizar las economías familiares y difundir las experiencias de las fincas. Sobre las piedras en el camino, comenta Casimiro Rodríguez:
“El principal desafío es reconocer de una vez, y por todas, la importancia de este modelo, porque se sigue viendo como simples prácticas o sustitución de insumos. Pero en la apuesta cubana por la agroecología encontramos otros retos como la necesidad de precios justos, acceso físico a un mercado de insumos, tecnologías apropiadas para el aprovechamiento de fuentes renovables, el cierre de ciclos productivos y que las familias vendan su producción con valor agregado, todo esto va a contribuir a mejorar la economía, fomentar nuevos empleos y acercar el consumidor al productor, humanizar la producción de alimentos”.
Buena sombra cobija a quienes se arriman a este enfoque. Repensemos los sistemas agroproductivos cubanos, sector estratégico y de seguridad nacional. Aprovechemos lo que la naturaleza nos brinda, no quememos, no talemos si no es necesario, protejamos la diversidad. Cuando cada vez es más difícil llevar el alimento a la olla, se hace urgente cuidar y restablecer las interrelaciones culturales y ecológicas que tienen lugar en algo tan antiguo como sacarle frutos a la tierra.