CAMAGÜEY.- Cuando un desastre natural golpea, las comunidades enfrentan una avalancha de destrucción física. Así lo hemos vivido en esta Isla tan asediada por ciclones tropicales. Pero hay otra tormenta, silenciosa y persistente, que se desata: la violencia contra las mujeres y las niñas. Ese huracán arrasa con derechos y dignidades también en contextos de crisis y desastres. ¿Y cómo estar preparados y alertas ante este tipo de situaciones?

En circunstancias de emergencia, las estructuras sociales y de apoyo pueden no ser funcionales, lo cual hace más complejo el camino a la salida. A nivel mundial, los centros de evacuación y refugio, diseñados para proteger a las personas de los peligros climáticos, resultan espacios potenciales para varias manifestaciones de violencia de género, sobre todo, el acoso.

En Cuba no se cuenta con suficiente información estadística al respecto, por lo que esta problemática aún requiere de mayor sistematización desde la academia y desde las prácticas y sistemas de enfrentamiento a desastres.

La Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar, aprobada en Cuba en 2021, tiene el propósito de “garantizar la respuesta integral e integrada para la prevención y atención efectiva a la violencia de género y en el escenario familiar”. En su artículo 15, se enfatiza en la necesidad de elaborar e implementar protocolos y fortalecer servicios integrales para abordar la violencia de género, garantizando la no revictimización, el empoderamiento de las víctimas y la capacitación del personal involucrado. Sin embargo, aún marchamos con pasos pesados en este sentido, y no solo en el caso de la Defensa Civil durante la respuesta a eventos meteorológicos, sino en la mayoría de actores que deben asumir esta estrategia.

Cada órgano, organismo, organización e institución debe contar con protocolos y mecanismos claramente definidos como ruta de actuación ante casos de violencia de género.

No solo escasean recursos, sino también la sensibilización. La violencia de género, que encuentra canal de fácil acceso en el machismo y la cultura patriarcal, es sistémica, histórica y estructural. Está tan arraigada que cuesta desaprender y por eso la Estrategia destaca la importancia de “garantizar la educación y formación continua del personal de los órganos, organismos de la Administración Central de Estado, organizaciones de masa y sociales, y demás formas asociativas, vinculados a la prevención y atención de la violencia de género y en el escenario familiar”.

Los órganos de la Defensa Civil deben sumarse a esa voluntad política, con medidas efectivas en los centros de evacuación y las comunidades para proteger a posibles víctimas. Campañas comunitarias previas a la temporada ciclónica, lideradas por organizaciones de masa, podrían informar a la población sobre la violencia de género en emergencias y crear redes de apoyo. Las Consejerías resultan una oportunidad para asesorar y liderar desde los territorios procesos de esa índole. Las tecnologías de la información y la comunicación ofrecen alternativas innovadoras con aplicaciones para el envío de alertas, aunque este recurso puede estar limitado en condiciones de desastres.

Los servicios médicos y trabajadores sociales desempeñan un papel central en ese contexto, para la identificación y atención de los casos.

Hemos aprendido que la resiliencia no se mide solo por cómo resistimos los vientos huracanados, sino también por cómo protegemos a los más vulnerables. Bajo esa premisa, debemos garantizar actuaciones oportunas de prevención y atención, basadas en protocolos claros y funcionales. Las tormentas no duran para siempre, pero las cicatrices perduran y para muchas, aún no escampa. Procuremos que ante esas otras inclemencias, ellas también tengan refugio seguro.

Razones para un 25

En diciembre de 1979, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), encargada de promover los derechos de las mujeres en todos los espacios.

Sin embargo, no fue suficiente. Hacía falta una normativa concreta y la ONU emitió en 1993 una resolución que incluye la emblemática "Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer".

Hace 24 años, en el 2000, ese organismo designó oficialmente el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La fecha tiene entre sus orígenes la necesidad de honrar la memoria de las hermanas Mirabal, tres activistas políticas de la República Dominicana que fueron brutalmente asesinadas en 1960, durante la dictadura de Trujillo.