CAMAGÜEY.- Llevábamos días sin poder ver la ciudad. Una nube de polvo por todas partes. Andamios y pintores de brocha gorda. La labor ruidosa y apremiada de constructores por terminar la obra, porque hasta en casa cuando no ponemos fecha a nuestras metas, dejamos las cosas para después... y después no hacemos nada.

Pues en medio de todo ese ambiente de incomodidad, por el que uno evita esas rutas de polvo y ruido, nos estábamos perdiendo esta belleza de plantas florecidas, que hoy se nos antoja un ramo para consentir a nuestra amada ciudad por el simbólico día de su cumpleaños.

Mucho se ha insistido en los valores de estos espacios que recopilan la historia a través de los edificios, los nombres de las calles, que devienen un atlas y un compendio, todo al alcance de la mano, porque el conocimiento aguarda a la vuelta de cada esquina.

Especialmente el sociólogo argentino Enrique del Acebo Ibáñez señala que “vivir es crear y el hombre crea un espacio, creándose”. Solo que no todos los habitantes son conscientes de sus posibilidades de crear con mayor altura.

Habitar, morar, vivir-en-una-casa, supone un acto fundacional. Es el habitante, más que el arquitecto, el verdadero constructor de casas y ciudades, porque el habitante las funda a partir de su ser-él-mismo-en-sociedad.

Somos tiempo, espacio y memoria. Dediquemos hoy, por el día del cumple, un rato a pensar en nuestro Camagüey. Vamos a ubicarnos en la ciudad y también a identificar la ciudad que nos habita.

Feliz aniversario 510 para quienes hoy llevamos el peso de las magnitudes de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe. Mi deseo al soplar la velita del pastel es que por mucho tiempo más, Camagüey sea esa ciudad y también esa emoción del que quiere y del que abraza.