CAMAGÜEY.- José Luis Montejo Viamontes, profesor universitario e ingeniero agrónomo, bendice en cada amanecer un nuevo día de vida, y residir en su casona, de casi una cuadra de largo, construida presumiblemente a fines del siglo XVIII o a principios del XIX.
Es una devoción que ha marcado a seis generaciones de la familia y la cual comenzó hace unos cien años, cuando su bisabuelo materno compró la vivienda, hoy con el número 158 en la camagüeyana Avenida de la Libertad.
Una referencia sin confirmar expresa que allí radicó un cuartel de caballería del ejército español.
El asunto se balancea entre la verdad y la ficción, pero al menos por las características de la vivienda pudo haber sido verdad: 11 cuartos ─incluidos los tres de los esclavos─, zaguán de alrededor de 30 metros, batería de grandes tinajones y pozo, así como patio y traspatio grandes, pavimentados con losas de barro, entre otras dependencias.
Casi todo es original, y parece que allí el tiempo se ha detenido hace más de 200 años.
Lo que no se ha estancado es el amor al inmueble trasmitido desde el bisabuelo de Montejo hasta los nietos de este.
El propietario afirma que no la cambia por nada, porque está demasiado hincada en el alma y en el corazón de la familia, y ya ninguno puede zafarse de esos muros viejos, robustos y cimentados en la memoria y en el tiempo.
El dueño ama sobre todo al extenso zaguán de unos 30 metros, escoltado por la claridad, las plantas aledañas, los tinajones contiguos y un aire por lo regular fresco.
Sobre el buró de su fallecido padre, de profesión contador, pone la laptop para preparar sus clases universitarias, y redactar proyectos de su otro trabajo, en la filial camagüeyana del Instituto de Suelos. Uno de esos estudios incluye, entre otros renglones, al cultivo del tabaco en tierras rojizas del municipio de Sierra de Cubitas.
El mantenimiento constructivo de un inmueble tan viejo e inmenso es costoso y complicado: materiales escasos y caros, y tarifas elevadas de albañilería.
El transcurso del tiempo no siempre perdona, y se desplomaron el brocal y la campana para el humo del fogón, pero fueron dos pequeñeces que apenas lastraron la fortaleza del inmueble vetusto e inmenso.
Su hijo José, ingeniero eléctrico y también hábil en faenas como sellar goteras, repellos y pintura, es uno de los principales artífices de la compostura del lugar.
El patio y el traspatio son, además de áreas ornamentales, parcelas productivas.
Maíz, plátano burro y manzano, guayaba, aguacate y otras plantas figuran entre los cultivos, atendidos con los beneficios agronómicos que les propicia el propietario, un voraz lector, especialmente de historia de Cuba, y bisnieto, por línea paterna, de Mauricio Montejo, comandante del Ejército Libertador.
El propietario tiene 72 años, temperamento con predominio flemático, y nació en la vivienda, donde en la infancia y en la adolescencia jugaba bajo los tejados interminables y en los patios llenos de luz solar.
Una casa que reúna las citadas características físicas, tanto tiempo de construida, la mayoría de los elementos originales, de esa dimensión y casi conservada naturalmente, es quizá única en Camagüey.
José Luis Montejo Viamontes solo podrá desprenderse de su amada casona cuando se le fugue la vida.
Entonces ya no tendrá, más, uno de sus mayores tesoros espirituales, una casona con fachada amarilla, y seis horcones carmelitas para sustentar el techo de la fachada, en uno de los torrenciales portales de la Avenida de la Libertad.
Esa es la casa de José Luis Montejo Viamontes, la casona que no quiere morir.