CAMAGÜEY.- En Cuba se establecieron líneas de vapor para la navegación de cabotaje desde el año 1818, incluso, antes de que se implantara en la península española, ya para mediados del siglo XIX buena parte del servicio de correos y entregas del país se hacía por esa vía.

Se conformaron dos rutas marítimas de cabotaje para correos y entregas, una por el norte que salía directamente de La Habana y hacía escalas en Matanzas, Sagua la Grande, Remedios, Nuevitas, Gibara, Baracoa y terminaba en Santiago de Cuba.

El itinerario de la ruta del sur salía del puerto de Batabanó, al que llegaba el correo y los envíos en un enlace ferroviario con La Habana, se encaminaba hasta Cienfuegos y continuaba Trinidad, Santa Cruz del Sur, Manzanillo hasta el destino final en Santiago de Cuba.

Puerto Príncipe, por ser una ciudad mediterránea, recibía correspondencia a través de las rutas terrestres y las dos marítimas pero la más expedita era la que entraba por el Puerto de Nuevitas y se enlazaba por el ferrocarril que unía a ambas ciudades, una curiosa manera en que a los principeños de entonces se les avisaba de la llegada del correo y hasta con los detalles de la ruta por la que arribo.

Si el tren antes de llegar a la estación hacía sonar el pito en cuatro oportunidades, los principeños sabían que el vapor que había llegado a Nuevitas venía de La Habana y quienes esperaban envíos desde ese punto estaban ya alertados.

Si tocaba solo tres, entonces el vapor que había llegado a Nuevitas provenía de Santiago de Cuba y la información corría la misma suerte para los odios de los principeños.

Por su parte cuando extendía sus pitazos a siete era que al puerto nuevitero habían llegado vapores de Santiago de Cuba y La Habana; y en efecto, aquellos pitazos del tren de Nuevitas fueron un ingrediente de la vida cotidiana del Puerto Príncipe de mediados del siglo XIX.

 * Historiador de Guáimaro.