Desde el propio mes de julio de 1959, en el cuartel Moncada y a las 5:15 a. m., lugar y hora exactos en que había comenzado el histórico asalto, se acordó declarar el 26 de julio como Día de la Rebeldía Nacional y el 30 de julio, como Día de los Mártires de la Revolución Cubana, en homenaje a Frank País García, el heroico líder santiaguero.
La enseña nacional, ese 30 de julio, amaneció a media asta en todos los edificios públicos, en homenaje a los mártires.
Fue la heroica Santiago la ciudad escogida para dar inicio a la conmemoración, que comenzó en la plaza Flor Crombet, donde se develaron dos tarjas: el presidente Osvaldo Dorticós Torrado descubrió un escudo de la república y una tarja en homenaje a los caídos en esta ciudad; Armando Hart Dávalos, develó la segunda en recuerdo del mayor general Flor Crombet y los caídos durante la primera etapa de nuestras guerras libertarias.
Desde allí se trasladaron hacia el Callejón del Muro, sitio donde ese día, pero de 1957 habían sido asesinados el jefe de Acción y Sabotaje del MR-26–7, Frank País García, y su compañero de luchas Raúl Pujol. Allí se develó una tercera tarja que declaraba el sitio como Monumento Nacional. Desde el Callejón del Muro y las calles aledañas partió la peregrinación hacia la tumba de Frank, en el cementerio de Santa Ifigenia.
Más tarde, a las nueve de la noche, en el Instituto de Segunda Enseñanza Cuqui Bosh, comenzó la velada conmemorativa. El presidente de la Republica y otros oradores recordaron al joven valiente. Emotivas palabras de Fidel sirvieron de cierre a la jornada.
El líder de la Revolución se dirigió en primer lugar a las madres de los mártires. Luego explicó que se había intentado hacer, no una concentración, sino una velada; pero que la masiva afluencia del pueblo había desbordado la capacidad del lugar. También recordó el heroico quehacer de jóvenes como Frank País y René Ramos Latour, el comandante Daniel, quien sustituyó a Frank y, después se alzó en la Sierra, donde cayó en el combate de El Jobal, este mismo día pero de 1958.
El líder de la Revolución explicó que se esperaba que las fuerzas armadas revolucionarias siguieran ese ejemplo de valentía, entrega y disciplina, de fidelidad y compromiso en la defensa de la Patria y la Revolución.
Esa noche, Fidel expresó:
“[…] aquí tenemos que venir todos los años a recordar a los muertos de la Revolución; pero tiene que ser como un examen de la conciencia y de la conducta de cada uno de nosotros, tiene que ser como un recuento de lo que se ha hecho, porque la antorcha moral, la llama de pureza que encendió nuestra Revolución, hay que mantenerla viva, hay que mantenerla limpia, hay que mantenerla encendida, puesto que no podemos permitir que se vuelva a apagar jamás la llama de las virtudes morales de nuestro pueblo”.
Y al llamado de Fidel, la conmemoración del Día de los Mártires se convirtió en una hermosa tradición.