CAMAGÜEY.- El Festival Nacional de Teatro de Camagüey se revela este año como un auténtico espacio de inclusión, al reflejar un cambio significativo en su dinámica habitual. La cartelera ha acogido con especial énfasis tanto a iniciativas de carácter local, a los aficionados de la compañía infantil La Andariega, y los ejercicios escénicos de los estudiantes de la Facultad de Arte Teatral.
Tradicionalmente, los estudiantes de teatrología y dramaturgia de la Universidad de las Artes ISA han sido parte activa del evento, pero el impulso del nuevo decano, Enrique “Kike” Quiñones, ha destacado su capacidad de innovar y hacer brillar a los otros sobre las tablas.
Además, ha sido conmovedor presenciar la interacción con los alumnos de la Academia de las Artes Vicentina de la Torre, un vínculo que cobra aún más relevancia porque la próxima semana será la sede de las pruebas de captación para el ISA en La Habana, destinadas a aspirantes de Ciego de Ávila, Camagüey y Las Tunas.
Este espíritu colaborativo e inclusivo ha impregnado al festival de una energía renovadora y esperanzadora.
LO QUE ASPIRA E INSPIRA EL DECANO
En declaraciones a Adelante, Kike Quiñones abarcó una amplia variedad de temas relacionados con su labor en la enseñanza del teatro, el rol como decano, la conexión con los estudiantes y su vida profesional como artista.
—Hoy los estudiantes de teatro presentan los ejercicios del segundo año. Cuéntanos un poco sobre este proceso y su importancia.
—Sí, están mostrando los ejercicios con los que concluyeron el segundo año. Es un grupo muy especial porque ya ha avanzado bastante en su formación. Mientras que el primer año se centra en la socialización y el trabajo del “silencio orgánico”, en el segundo año empiezan a desarrollar la palabra y se enfocan en el teatro cubano. Estos muchachos ahora están en su tercer año y han mostrado excelentes resultados, tanto académicos como creativos.
—Entonces, ¿ellos también están vinculados a otros proyectos fuera del aula?
—Claro, desde el tercer año, ellos se integran a diferentes grupos de teatro según sus intereses. Nosotros, como docentes, los acompañamos, supervisamos su desempeño y les brindamos apoyo. Esta dinámica los prepara para enfrentar el mundo profesional. Además, seguimos trabajando en laboratorios creativos que nos permiten explorar nuevas maneras de enseñar y aprender.
—Has mencionado que estas iniciativas también tienen un impacto en el Festival de Teatro. ¿Qué papel juega este evento en la formación de los estudiantes?
—Es fundamental. No concebimos el Festival de Teatro sólo como un evento de una semana, sino como un espacio formativo constante. Por ejemplo, estamos trabajando en residencias artísticas que permitirán a los estudiantes convivir durante quince días con profesores y profesionales de diferentes poéticas y disciplinas, incluyendo el cine y el audiovisual. Queremos que este festival sea una vitrina para el intercambio y la creatividad, un verdadero nicho que enriquezca nuestra universidad.
—Ahora hablemos de tu rol como decano. En enero del 2023 aquí en Camagüey dijiste que estabas todavía considerando aceptar esta responsabilidad. ¿Cómo ha sido esta experiencia para ti?
—La verdad, fue una decisión que me tomó por sorpresa. Sabía que, si aceptaba, me involucraría por completo, porque me apasiona la enseñanza. Desde que asumí, he intentado crear un ambiente cercano con los estudiantes, apoyándolos en sus propuestas y guiándolos para que encuentren su camino. Creo que esta relación de respeto mutuo y diálogo está dando buenos frutos.
—¿Cómo perciben los estudiantes tu papel como decano?
—Me ven de muchas formas: algunos me llaman maestro, otros me dicen “profe”, y hay quienes simplemente me llaman Kike. Lo importante es que me consideran un punto de referencia, alguien a quien pueden acudir como si fuera un padre. Eso me conmueve porque yo también fui estudiante y recuerdo lo importante que era contar con ese apoyo.
—¿Te permite esa responsabilidad académica trabajar en algún proyecto nuevo, personal?
—Sí, actualmente estoy preparando dos espectáculos. Uno se llama Mi monólogo favorito, donde retomo piezas que no hago hace años, como una del 2002 y otra del 2006. También estoy trabajando en Clemencia bajo el sol, un texto de Laidi Fernández de Juan que es una tragicomedia con elementos musicales. Aunque ahora no estoy actuando de manera regular, estos proyectos me tienen muy emocionado.
—Finalmente, ¿cómo combinas tu formación como humorista con este papel más serio de decano?
—Es un equilibrio interesante. Aunque la academia tiene cierta rigidez, trato de humanizar las relaciones y mantener un ambiente fresco y cercano. Al final, la enseñanza y el humor comparten algo esencial: ambas buscan conectar con las personas y dejar una huella significativa.
LO QUE PIENSAN LOS ESTUDIANTES
Los dos días de presentaciones de los estudiantes dejaron al público cautivado no solo por la calidad interpretativa, sino por la reflexión profunda que surgió en el intercambio con los asistentes.
En la sede de la compañía La Andariega ofrecieron dos funciones. El primer día, los dedicaron a Broselianda Hernández (1964-2020) y en general a las mujeres del teatro, a partir de personajes del dramaturgo Abelardo Estorino. Además, interpretaron la pieza de humor Amores ridículos, de Iván Camejo.
Para el segundo día, como explicó la profesora Lizette Silverio, reservaron una “galería de personajes”, un reto que los estudiantes enfrentaron con escenas de tres obras emblemáticas del teatro cubano: El premio flaco, de Héctor Quintero; Aire frío, de Virgilio Piñera, y Santa Camila de La Habana Vieja, de José Ramón Brene.
Los estudiantes del ISA compartieron su experiencia en la caracterización de personajes, un proceso que, según ellos, fue mucho más que aprender diálogos o gestos. Consideran un reto habitar personajes clásicos.
Ellos, aunque empiezan, tienen un sentido crítico, por ejemplo, la intérprete de Santa Camila explicó que su trabajo se enfocó en captar la gestualidad de una mujer de solar, una energía completamente diferente a la contemporánea. “Camila es el reflejo de tantas mujeres sufridas por los hombres en el teatro cubano. Entender su centro de energía fue esencial para mí”, agregó.
La importancia de investigar y respetar los clásicos teatrales fue un tema recurrente en el diálogo. Los estudiantes de segundo año coincidieron en que admiraban los referentes, pero evitaron replicarlos mecánicamente. En palabras de una de las jóvenes, “el personaje no tiene una sola cara, tiene otras aristas”.
Algunos actores compartieron detalles entrañables sobre cómo hallaron inspiración en experiencias personales o familiares. La estudiante que interpretó a la Madrina en Santa Camila reveló que basó su personaje en una tía abuela, cuya fuerza interior fue un modelo perfecto para capturar la esencia de este rol.
El intercambio posterior fue más que un análisis técnico; se convirtió en un encuentro de generaciones. Los estudiantes de la Vicentina preguntaron sobre los desafíos de caracterización, la importancia de entender la época y los métodos utilizados para encontrar el centro de energía de los personajes. Las respuestas, lejos de ser monólogos, reflejaron la humildad y la disposición de los jóvenes actores del ISA a compartir sus aprendizajes.
Al final, lo que quedó en el aire fue un mensaje inspirador: el teatro no es solo un espacio para representar historias, sino un laboratorio donde la tradición y la creatividad dialogan constantemente. Las palabras de Kike Quiñones, el decano, resonaron al cerrar la actividad: “El objetivo no es repetir lo que ya se hizo, sino transformarlo desde el propio impulso creativo de cada artista”.
Para el Camagüey del Festival Nacional de Teatro, no ha sido solo una demostración del talento de los estudiantes, sino un recordatorio de que el arte escénico cubano sigue siendo un puente entre lo clásico y lo contemporáneo, entre generaciones que encuentran en la escena un espacio para soñar y transformar.