Camagüey.- Un Narciso vanidoso no reacciona como el periodista José Aurelio Paz Jiménez situado ante el Espejo de Paciencia, la máxima distinción de Camagüey por su aporte a la cultura. No sospechaba nada hasta notar su nombre en el tejido de por cuantos de la resolución. Este instante de gratitud mutua fue de los más emotivos de la 14 Feria de Jóvenes Creadores Golpe a golpe.
“Venir a Camagüey para mí es un soplo de espíritu porque siempre me voy reconfortado”, había dicho días antes en el mismo café literario La Comarca donde cantó su canción Patato, perro sato, tema más popular de un concurso convocado en los años ochenta por el programa televisivo Arcoíris musical. Como el audiovisual se perdió, planea un videoclip con la intérprete Jessie Rifat.
Para el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro 2009, y Premio Nacional de Periodismo José Martí 2018, el Espejo no resulta un reconocimiento menor por la obra de la vida.
“Yo estudié aquí en el Castillito, en una escuela de organización y formación del trabajo. Fue mi primer oficio, que después no sirvió para nada, aunque por carambola me llevó a la literatura y de ahí al periodismo. Después de ese primer instante de amor, no me he podido desprender y me
siento parte de la familia camagüeyana, de esta ciudad y de este café”, enfatizó el licenciado en Filología por la Universidad Central de Las Villas.
─Se suele enterrar a las personas una vez que se jubilan, ¿qué has hecho para seguir en forma?
─La jubilación es como la primera muerte que uno sufre y tienes que estar preparado para ese instante. Yo no quería verme en una redacción con la
baba afuera, y a los jóvenes hay que darles su espacio. Por eso decidí jubilarme, no retirarme, cuando me correspondió.
“Cuando te jubilas muchos colegas se olvidan de ti, el salario te baja a una pensión bastante estrecha y tienes que reinventarte. Lo que me gusta de la jubilación es que uno hace lo que le da la gana”.
En ese punto ejemplifica con el placer de levantarse cuando quiere, andar en short y seguir escribiendo para no oxidarse. Tiene en proceso editorial Cadáver público, un compendio de crónicas publicadas durante 40 años, e inédito está su libro de minicuentos Pequeños pecados personales.
La tarde del conversatorio, José Aurelio convidó al público a un juego de azar. Consistía en escoger tres textos de ese proyecto de relatos breves. Antes de leerlos, se declaró enemigo de las clasificaciones.
“El género en el que más me he movido además de la entrevista, el comentario y la crítica ha sido la crónica. Me llama la atención que haya tan pocas cronistas cuando la mujer tiene una sensibilidad especial por la palabra”, comentó antes de leer Tea me enamora, crónica motivada por una
jicotea que su hijo rescató.
─José Aurelio, ¿a cuántas locuras te ha llevado tu hijo?
─Tengo un hijo que adopté a los dos años. Es huérfano de guerra de Nicaragua. La mamá no podía concebir y yo tenía otro problema. Cuando llegó fue una experiencia increíble y traumática. Para algo están los nueve meses del embarazo. Dormía con nosotros cogidos de las manos por temor a que lo fuéramos a abandonar. Así creció y ya tiene 33 años. Es más cubano que nosotros y le gusta que le digan El Nica.
En La Comarca señaló los prejuicios de quienes le preguntaban si realmente se querían. José Aurelio confirmó que el roce sí hace el cariño. Con Camagüey lo ha constatado por su frecuente retorno desde el 2018, cuando ayudó a fundar el Coloquio Nacional de Periodismo Cultural.
─La defensa de la condición humana se aprecia en tus textos…
─Decías que soy toda una personalidad. No, yo no soy nadie. Soy un ser humano. Lo mismo vale un barrendero que un ministro. Lo importante es el
ser humano que está en cada uno de nosotros. La clave está en ser una buena persona.
─Como experto que trabaja con los hilos de la espiritualidad, tienes tus creencias propias. ¿Qué te mueve de la religión?
─Prefiero hablar de la fe. Soy cristiano desde los siete años. Por eso pasé mucho porque hubo una época en Cuba en que, por los lógicos conflictos
entre la iglesia y el Estado, muchas personas escondieron su fe. Ahora cualquiera se pone los collares de babalawo y cualquiera va con una biblia a la iglesia.
De aquellos tiempos de discriminaciones, rememoró un pasaje cuando estudiaba en el Castillito de Camagüey, y para su trabajo de tesis fue ubicado en un centro penitenciario. Era el segundo expediente de la escuela.
“En estos momentos en Cuba hay mucho fundamentalismo religioso que ha sido utilizado por los Estados Unidos para meter corrientes extrañas. Las
iglesias históricas se enfrentan a eso que a veces no tiene ni un fundamento de fe, pero que entra en contradicción con logros sociales como el derecho de la mujer al aborto. Lo bueno es que cada persona puede expresar su fe. Se debe en gran medida a Fidel Castro. A partir de su reunión con los líderes religiosos empezó a transitarse un camino de limar asperezas entre la fe y el estado”, explicó.
José Aurelio ha sido director de comunicaciones del Consejo de Iglesias de Cuba y ha visitado 20 países de Latinoamérica y el Caribe, Norteamérica y Europa. Formó parte del staff de prensa oficial del Consejo Mundial de Iglesias durante su asamblea en Porto Alegre 2005, entre otros desempeños.
─Aunque eres un hombre de fe, en el ámbito profesional ganaste mala fama como José Aurelio Paz con Nadie, ¿valieron la pena los problemas que te buscaste?
─He perdido el sueño gracias a la profesión. Fui un periodista muy crítico y cuando ejerces la crítica con honestidad, no puedes acostarte con la cabeza tranquila en la almohada. Nunca utilicé mi profesión para beneficios personales. En el periodismo uno camina sobre un filo. A un lado están tus necesidades como un ser humano cualquiera y al otro está tu ética.
Luego mencionó cuando intentaron manipularlo con una caja de cerveza fría para que obviara los problemas de aquella empresa. Además evocó la carta emitida un 31 de diciembre por un escritor, con la siguiente despedida: “Que pases un feliz año, José Aurelio Paz con Nadie”.
─Tu quehacer periodístico te ha hecho más mediático, más famoso…
─Un periodista o un artista se para en una esquina y le pica la nariz y la gente dice “mira como los periodistas se sacan los mocos en la calle”. Cuando eres una figura pública todo el mundo está sobre ti. Los periodistas tenemos que ser honestos, sencillos, lo más justo posible. Yo me equivoqué millones de veces, porque somos seres falibles.
─ Muchas de las personas de mi generación quizá no sepan que eres el autor de Patato, perro sato, aquella canción transmitida por el programa televisivo Arcoíris musical. Cuéntanos de esa musa.
─La música para mí es un hobby. Esa canción me surgió porque todo el mundo, y más ahora, quiere tener un perro de raza, cuando los perros más dulces y buenos son los callejeros, los perros satos no se enferman nunca. Yo sí creo en la inspiración, en la musa. Una noche cogí la guitarra y la canción me salió de arriba debajo, de un tirón letra y música. Quedó entre las finalistas del concurso de Arcoíris musical y tuvo la suerte de ser la
canción más popular.
Entonces, José Aurelio Paz, un hombre imprevisible, hizo una seña al operador de sonido para que le diera play al background, y comenzó a cantar. Aquella tarde en La Comarca fue el anticipo de la noche que Camagüey lo distinguió con el Espejo de Paciencia.