CAMAGÜEY.- El ideario de José Martí fue tan amplio que aquilato en su esencia la obra creadora de las mujeres “(...) las campañas de los pueblos sólo son débiles, cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer; pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la mujer, tímida y quieta de su natural, anima y aplaude, cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible”.

Buen preámbulo para revelar el inédito ejemplo de las féminas camagüeyanas, a las puertas del aniversario 65 del triunfo de la Revolución, y dedicarle un merecido homenaje a aquellas 14 agramontinas que tomaron el camino de la Sierra o las 55 que batallaron desde la clandestinidad en estas llanuras.

Todas tuvieron igual mérito, sin embargo, sobresalen cuatro que integraron la Columna 1 José Martí, liderada por Fidel: Aracelis Acosta Pompa y Juana Estrada Camejo, residentes en la comunidad de Albaisa, la primera, y la segunda, en Nuevitas, ambas fundadoras del frente en el que estuvieron también, Gladys Castañeda Pompa y Adys Figueredo Fernández de Cárcava.

 

MARIA, UNA MUJER OSADA EN LA SIERRA Y EL LLANO

Fotos: Alejandro Rodríguez Rodríguez/AdelanteFotos: Alejandro Rodríguez Rodríguez/AdelanteLa historia de la camagüeyana María Aguilar Vita, primero desde la lucha clandestina y luego, en las filas del Ejército Rebelde, está permeada de tristeza, de dolor, de inseparable amor a la Patria, sellada del momento más feliz de su vida: el triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959.

La clarinada por la huida del tirano Fulgencio Batista la sorprende en la toma de la ciudad de Holguín, bajo la égida del Comandante Delio Gómez Ochoa, tras acampar en Cruces, donde se estableció junto al combatiente Alcides Aguilera “El Abuelo”, en un hospital provisional, antecedente para ejercer como enfermera en la Comandancia, radicada en los Montes de San Miguel del Junco, sitio del frente guerrillero.

“Con los primeros que nos alzamos se hicieron grupos guerrilleros en la provincia con la misión de reagrupar a todo ese personal y hacer un frente único”, el Frente Camagüey del que fue fundadora.

Durante un ataque a la comandancia de efectivos del ejército batistiano, cuenta, perdió la vida en combate Vicente Pérez, quien fuera jefe de una escuadra. Ello obligó a las fuerzas a desplegarse hacia Jobabito, no muy lejos de Guáimaro que era territorio libre.

“A nosotros nos pusieron en un camino y vino un  ganado espantado, nos dispersamos y recibimos la orientación de seguir para Oriente, hasta subir la Sierra de Gibara y entrevistarme con el capitán Eddy Suñol, ascendido posteriormente a Comandante”.

María posee una cualidad envidiable: a los 87 años tiene una retentiva  de la que no se le escapa detalle, de la partida de Cruces a las 12 de la noche del 31 de diciembre hacia Holguín, en medio de una descarga de fusilería porque todo ese territorio era libre, como tampoco que tuvo enfrentamientos en esa ciudad con masferreristas, a su llegada mientras patrullaba.

— Fue una alegría tremenda y una suerte ver concretar la aspiración de todos los cubanos y del Ejército Rebelde de alcanzar la plena libertad.

— ¡Cómo no! Fue allí en Holguín donde vi a Fidel por primera vez de frente al bajar del helicóptero, en una tarde que el sol le daba en la barba, que se le veía rojiza”.

Habla de ese inolvidable momento. La emoción la embargó. En la garganta se le hizo un nudo: “Él era la columna vertebral  de nosotros, lo que se ama, se respeta y admira, era mi líder”.

El uniforme verde olivo lo vistió hasta el día cinco, entró a Camagüey con la caravana del capitán Juan Olivera y después de dejarla en el cuartel salió a la búsqueda de su familia que en había sido, antes del triunfo, perseguida y apresada.

LA FACETA DE CLANDESTINA

“Registraron mi casa y no fue un registro, sino un saqueo. Acabaron con todo”, explicó, momentáneamente entristecida y amplía: “Los colchones los rompieron buscando armas” y lleva a sus manos un viejo y carcomido periódico de la época, en cuya primera plana decía: “Jóvenes sediciosos detenidos en Camagüey por la Nacional”.

En la relación no apareció su nombre porque a los seis días la pusieron en libertad. La acusación  del traidor no fue para ella, sino para el novio, Raúl Sánchez Cartaya, quien era el jefe del grupo, mientras María aparecía como la segunda al mando. Él, después del triunfo de la Revolución ocupó varias responsabilidades, de delegado de Cuba Café, de la Ecil, entre otras.

Siempre había que cuidarse de los delatores. El nombre del traidor se conoció diecisiete años después. Había hecho llegar a los órganos represivos el siguiente mensaje:

“En este lugar, Benavides No. 652 se encuentra un gran grupo de fidelistas que se reúnen en horas tempranas de la noche. Avisaré cuando estén reunidos”.

María fue una mujer osada. No muy lejos de la celda donde permanecía su novio, se hallaba ella en un local, frente a la mirada de un custodio. En un descuido ella salió a ver a su amado y es sorprendida. Entre balaustres se dieron muestras de cariño. Le exigieron irse del lugar, sin embargo, quería saber de los golpes que le dieron.

“Ábrete la camisa para que vea”, dijo el agente, sin embargo, María de un fuerte gesto despojo la camisa de la espalda donde permanecían marcados seis golpes de blackyak.

Un esbirro, conocido por Goyo, trató de violarla, no pudo, pero ella recibió duros golpes en la cabeza con pérdida de conocimiento y secuela, que debió tratarse después.

Ciertamente en el lugar del registro encontraron cócteles molotov, estopa y otros elementos comprometedores. En la fachada dejaron un sarcástico cartel que a María nunca se le ha olvidado. “Cuando los hombres de uniforme estamos al lado de nuestro presidente, Cuba será libre de ratas. Por la libertad de Cuba ¡Candela al jarro! Hasta que suelte el fondeo.

“Existe la vanidad y el orgullo personal. Me siento orgullosa de lo que hice, como mujer había que tener corazón  para realizar esas cosas. Mi primer cóctel molotov lo tire en el parquecito del reparto Boves, cerca de la toma de agua. Grite: ¡Abajo Batista! Y eché a correr”.

En la entrevista reservo para lo último los actuales desafíos, las verdades dichas por Diaz Canel para que la situación del país mejore.

“Nosotros nos abandonamos de muchas cosas y a la Patria hay que respetarla”, y mencionó la posición que ocupan las mujeres en el entramado social.

“La mujer es en la columna vertebral, en la Revolución encontró el camino  para el empoderamiento. Dale una tarea para que vea cómo resuelve”.

ELDA ESTELA FEXAS MARTINEZ

Convaleciente, con 88 años, de una operación de fractura de cadera, Elda Estela Fexas Martínez muestra el carácter jovial de siempre.

Con su mirada inquisitiva trató de adivinar el motivo del encuentro y después de la lógica explicación el diálogo no tardó.

“Siempre he pensado que a lo mejor hubiera podido hacer más, pero no fue así, me siento orgullosa”.

Como luchadora clandestina tuvo varios desempeños: vendió bonos, repartió propaganda, aportó petardos, banderas del 26 y formó un grupo de jóvenes en el poblado de Senado, en el que algunos de ellos participó en el asalto a la planta eléctrica el 9 de abril, donde está el recinto ferial, acción de la cual ella formó parte y ejerció como sanitaria.

“En mi casa para esa noche de la huelga de abril  mi hermano, que estaba en otra célula montó un botiquín. Éramos tres y cada uno estábamos en una célula diferente, sin saberlo, con una compartimentación muy correcta”.

—¿En su casa hicieron un registro?

—Si se llevaron presa a mi mamá, estuvo 15 días en el cuartel Agramonte, después la pasaron para el Vivac por todas las cosas que nos encontraron. Andaban buscando a un muchacho de mi grupo que le decíamos Remache, Norberto Llanos, que se iba para la Sierra.

“Teníamos una cajita con las cosas y la habíamos guardado en el closet del baño de la casa, donde él estaba escondido. La encontraron porque le dieron la confidencia de que estaba allí, pero, por suerte, lo habíamos sacado a él una hora antes”.

Sonríe al recordar que había hecho bordado un gallardete en el que escribió Remache y “cuando vieron esto, dijeron: ‘mira es cierto aquí estaba’, y como querían que dijéramos dónde estaba, se llevaron presa a mi mamá.

“Pude avisarle a mi hermano que no fuera más a mi casa. Ya de allí se incorporó a la columna del Ejército Rebelde, eso fue en la una noche el 18 de noviembre de 1958”.

Como reliquia guarda una cajita de regalos de El Encanto con balas --donde transportaba bonos, propaganda y una bandera-- y reconoce que todo lo narrado implicó muchos riesgos.

En una ocasión, trabajando de oficinista en los años cincuenta y pico en la fábrica de bombas de agua Hermanos Steere, Máximo, uno de los dueños y que cooperó mucho le había dado una serie de herramientas que le pidieron de la Sierra.

“Yo tenía una bolsa  con unas cajas de balas, unas herramientas, un revolver que me había dado que no me había podido llevar y Oliverio, el contador de allí, llegó en su carrito y venía sentado en la parte de atrás Nápoles, el que era capitán ayudante de Pérez Cougil, jefe de la plaza militar.

“Le dije a Máximo que me diera la bolsa y me preguntó si estaba loca, pero, quién va a pensar que yo llevaba eso en la cartera. ¡Fue una locura!, pero era en esos momentos en los que estaba más segura”, y al recordar la anécdota lo hace entre carcajadas.

Esta noble mujer empezó en la Resistencia Cívica que radicaba en la librería Lavernia, en la Ignacio Agramonte, frente al cine Casablanca. Entonces, le dijo a las dos muchachas que estaban con ella allí: “No, qué va, esto es solo el sellito, la cosita, a mí no me gusta, así no vamos a tumbar a Batista”.

Pasó entonces a la célula de Acción y Sabotaje, dirigida por Antonio, “Tony”, Ginesta y después de este hecho organizó el grupo del Senado.

“La Revolución no hay quien la destruya, mientras existamos nosotros porque eso lo llevamos dentro”.