CAMAGÜEY.- Destrabar las fuerzas productivas, dinamizar la economía, dar autonomía a la Empresa Estatal Socialista, son propósitos de la dirección del país desde hace ya unos años; sin embargo, los resultados evidencian una brecha entre lo que se orienta y lo que realmente se concreta o se deja concretar al empresariado cubano.
Partamos de una premisa, la bilipendiada empresa estatal es el principal motor de la economía cubana. No lo digo yo, está bien explicado en los fundamentos económicos de la Constitución de la República.
Entendamos también que debe hacerlo agredida y fuertemente golpeada por las condiciones actuales de la economía cubana, transversalizada por el impacto del bloqueo, las trabas internas que persisten (y no son pocas), la falta de creatividad de los empresarios y los frenos a aquellos que sí son creativos y hoy son solo adelantados a su tiempo y, por tanto, incomprendidos.
Esto último conlleva a que para otros sea más fácil evitar buscarse problemas y esperar indicaciones, que luchar contra los molinos, el viento y la marea, porque subyace el miedo a tomar decisiones que después puedan cuestionarse por los órganos de control o las estructuras superiores. Mientras tanto, los números rojos se adueñan de la economía cubana y la vida sigue igual.
Se toman medidas y más medidas para que ganen autonomía y sean rentables, sin embargo, más de 500 empresas cerraron con pérdidas el año pasado y aquí en estas páginas analizamos algunas de las causas, lo triste es que muchas no han variado de un calendario a otro. Continúan las cadenas de impagos, las utilidades excesivas generadas fundamentalmente a costa de los precios y no de más producción, los problemas de contratación, los pagos sin respaldo productivo. A estos que parecen históricos hay que sumarles el impacto de la tarea ordenamiento, que se distanció tanto del diseño modelado que llevó a entidades muy eficientes a la quiebra.
Este 2022 es previsible que muchas repitan en la lista roja. Todavía quedan demasiados directivos que en lugar de buscar variantes, estudian justificaciones para al final del año llenar un expediente de pérdidas, y las producciones de bienes y servicios que debieron llegar al pueblo quedan para el olvido o para que especuladores y abusadores aprovechen sus ausencias, porque es el empresariado cubano el que tiene la misión de competir y ganar esta carrera.
Ahora bien, la competencia tiene que ser leal, en igualdad de condiciones, y no es así mientras haya falta de flexibilización en el sistema de planificación en la autodeterminación de los dineros que no permite trabajar con mayor disponibilidad financiera, la incorrecta utilización del “certificado de liquidez” (CL) como una doble moneda, las exigencias de proveedores monopólicos de un por ciento en MLC a entidades que no lo generan y que no tienen dentro de su objeto social principal obtenerlo, condenándolas doblemente, así como la constante variabilidad de los precios de las materias primas y los insumos.
Hace unos días conocimos, por ejemplo, que a varias de estas dificultades se enfrentan a diario en Santa María, una empresa que ha sufrido el impacto de la tarea ordenamiento. Le significó una reducción de casi 14 millones de pesos de utilidades y aun así buscan variantes para sobrevivir y encadenamientos con formas no estatales, que si bien permiten mantener la oferta, han encarecido sus productos.
En una ciudad que pretende ser destino turístico no se puede abandonar a su suerte una entidad que se concibió para prestar servicios de calidad a nacionales y extranjeros. Una de sus unidades emblemáticas, La Isabela, especializada en comida italiana, para las elaboraciones de un mes, según cálculos, no excede los seis sacos de harina; sin embargo, no son tenidos en cuenta para adquirirla en la provincia, ni en el balance nacional, lo que atenta incluso contra la calidad y el estándar de sus ofertas.
Se impone pensar una restructuración del sistema empresarial cubano --tampoco lo digo yo, lo ha demostrado la ciencia-- que elimine estructuras que no aporten, dé verdadera autonomía de gestión para definir proveedores, clientes, precios, salarios, descentralización de la liquidez, que garantice que las relaciones entre todos los actores sean transparentes y legítimas, así como eliminar limitaciones del sistema bancario impiden el eficaz acompañamiento de las empresas.
Urge terminar el divorcio entre la política aprobada para destrabar la empresa estatal socialista y las trabas que imponen los niveles intermedios. Dejemos a nuestros empresarios serlo, dentro de la ley obviamente, pero sin mentalidades cerradas, legislaciones no ajustadas a los tiempos que corren y que constituyen obstáculos infranqueables, frenos productivos. Los demás actores son importantes, incluyendo a los privados, pero mientras la mayoría decida que los fundamentales medios de producción estén en manos del pueblo, es y será prioridad destrabar y potenciar el rol que debe jugar en la economía cubana la Empresa Estatal Socialista.